22.7.2022
Por Lidia E. Fernández
Muchos de nuestros compañeros y compañeras enfermeras contratadas durante la pandemia, fueron recientemente despedidas y las que conservaron su trabajo, corren riesgo de serlo. Nos juntamos con ellas para intercambiar, organizarnos y fortalecer nuestras luchas.
Los despidos llegaron al hospital Durand, se trata de compañeros y compañeras contratadas, la mayoría son mujeres de 40 años aproximadamente, con hijas e hijos, algunas vienen del interior, otras son madres solteras que, en momentos de pandemia, les decían esenciales, arrancaron a trabajar justo en ese período, poniendo el cuerpo en la primera línea. Estuvieron trabajando a la par de las y los trabajadores de planta permanente, en las horas más oscuras y, ahora, a muchas las descartaron a comienzos de este año y por e-mail. Ellas y ellos, luchan contra los despidos y quieren organizarse con otros sectores en lucha, para unir fuerzas y pelear por sus derechos.
Ser trabajadora de la salud es duro siempre, no solo por la precarización laboral, el pluriempleo y porque trabajamos cerquita de la vulnerabilidad humana y las miserias a las que nos someten los gobernantes de turno, sino también, porque en muchas ocasiones, sufrimos la separación que nos imponen desde arriba, entre trabajadores de planta permanente, contratados, tercerizados, etc, para que no peleemos juntas/os por nuestras demandas. Ser trabajadora de la salud en pandemia merece un capítulo aparte. En esta nota, quisiera al menos, para todas y todos los que nos leen, contarles sobre las y los compañeros enfermeros contratados durante la pandemia, quiénes si no fueron despedidos, hoy corren el riesgo de serlo.
Las mujeres tenemos un doble y hasta un triple rol. Nuestras tareas no terminan cuando llegamos a nuestras casas. Durante la pandemia se vio la importancia de nuestro trabajo en la primera línea, donde fuimos a un frente de batalla sin armas, sin elementos de protección, poniendo el cuerpo en situaciones límites, que nos dejaron secuelas en nuestra salud, tanto física como mental. El consumo de psicofármacos y los casos de depresión aumentaron.
Esto se incrementó en los últimos meses, debido a los despidos: “Ya te vamos a llamar cuando vuelvan a reincorporar gente”, decían desde la dirección de enfermería.
Una enfermera contó que empezó a trabajar con una compañera de planta permanente, quien le fue enseñando todo. Esta última, siendo grupo de riesgo, la obligaron a seguir trabajando durante la pandemia, terminó internada en el mismo sector que trabajaban y falleció.
Otras dijeron que hubo intentos de suicidio de varios enfermeros que fueron ocultados por los supervisores, sucedió en estos últimos meses.
Al ir a buscar ayuda por todo el hospital, las y los enfermeros fueron viendo cómo les cerraban las puertas. Así pasó también con Sutecba, que cuando se quisieron afiliar algunas enfermeras, le dijeron: “Piba, vos sos contratada, nosotros no afiliamos contratados”. No las consideran ni para afiliarse y para defenderlas, ya sabemos que mucho menos. Porque hoy, más allá de los distintos discursos, ninguna conducción gremial está llamando a asambleas, a los distintos sectores de los hospitales, para planificar a un gran paro por nuestras demandas. Lo máximo que hacen, como en el caso de ATE, en nuestro hospital, es denunciar los despidos, los bajos salarios, el pluriempleo y otros largos etcéteras, pero eso no es suficiente para revertir la grave situación.
“A nosotras nos revientan cada vez más”, cuenta una compañera contratada, “no nos dan francos, no nos dan vacaciones desde el 2020 y estamos con la soga al cuello constantemente, pensando si vamos a ser las próximas en ser echadas”.
Otra compañera nos dice: “Lo peor fue que nos traten como basura, que nos hayan hecho hacer un examen a principio de año sentadas en el piso, una noche me dejaron sola con 28 pacientes a cargo y, entrando en una contradicción, los supervisores nos dicen que no se puede hacer nada, que no hay lugar para dar más trabajo”.
¿Quién decide quiénes sobran?
Pero como bien sabemos, las políticas de ajuste las dicta el FMI en cogobierno con el gobierno Nacional. Encima, Larreta les niega la profesionalidad a las enfermeras de planta permanente y a las contratadas se las trata como de segunda categoría, quienes hacen el mismo trabajo que las primeras, pero cobrando menos. El gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández, mientras tanto, aplica el ajuste en la salud, la educación, la vivienda, las jubilaciones, son responsables del vaciamiento de las obras sociales junto a los grandes empresarios capitalistas, recetas conocidas que impone el FMI.
¿Qué unidad es la que necesitamos para triunfar?
Las enfermeras del hospital Posadas, después de una larga lucha durante el gobierno de Macri, lograron su reincorporación, en alianza con el movimiento de mujeres que salía a la calle con el “Ni Una Menos” y por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.
Producto de estas luchas en las calles se consiguieron derechos y se consiguió frenar los despidos también.
Para esto nos hace falta organizarnos en asambleas, exigiéndole a todos los sindicatos, que hoy están alineados con el gobierno y con las políticas de ajuste del FMI, que se pongan a la cabeza para llevar a cabo un paro nacional y plan de lucha.
Así como las mujeres que escaparon de situaciones de violencia de género y ocuparon en 2020, tierras para vivir en Guernica, como también, en la Ciudad de Buenos Aires, la más rica del país, la organización “Fuerza de Mujeres”, hoy está peleando por vivienda, porque también fueron desalojadas por la policía de la Ciudad, son luchas que debemos tomar como ejemplos y confluir con ellas. Cada vez se hace más insostenible un alquiler, todos superan la mitad de nuestro salario y la inflación nos come día a día nuestros ingresos.
La nueva ministra Batakis sigue el camino que Guzmán acordó con el FMI, mientras nuestros sindicatos son lacayos de sus intereses. Es hora de volver a pelear por lo nuestro, en grandes asambleas, donde nos agrupemos con mujeres de otros sectores de trabajo, otros hospitales, otros gremios, para imponer nuestras demandas. Es hora que se escuche la voz de las trabajadoras de salud, salir a las calles, visibilizar lo que intentan ocultar. No somos heroínas, somos madres, empleadas domésticas, enfermeras, trabajadoras precarizadas, nuestro tiempo y nuestras vidas valen, no queremos perder ninguna compañera más, ni que ninguna familia se quede en la calle.
El 13 de agosto se está gestando una gran asamblea en el corazón de la Villa 31, junto a las mujeres de la toma “Fuerza de Mujeres” y trabajadores de diferentes lugares, estudiantes y jóvenes precarizados/as.
Las y los trabajadores de la salud, no podemos perder la oportunidad de acercarnos a hablar sobre nuestra situación y empezar a poner en movimiento nuestra fuerza, organizándonos con otros pares que la sufren igual que nosotras/os y demostrar que somos imparables si unimos por abajo, lo que gobiernos, patronales y gremios burocráticos dividen por arriba.