Enfermería: El gobierno de Larreta les pagó entre un 30 y un 40% menos de lo que les correspondía en el aguinaldo.

22.12.2021

La Asociación de Licenciados en Enfermería (ALE) decidió hoy el estado de alerta como consecuencia de «las graves denuncias realizadas por los trabajadores sobre centenares de liquidaciones con recortes de aguinaldos», por parte de la administración de Horacio Rodríguez Larreta y afirmó que esas reducciones oscilan entre el 30 y 40 por ciento y que tampoco habrá bono de fin de año.

«Esas reducciones oscilan entre el 30 y el 40 % de lo que los trabajadores deberían efectivamente percibir. Además, el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires se niega a discutir el pago de un bono de fin de año», señaló en un comunicado.
Andrea Ramírez, trabajadora del Hospital Ramos Mejía y referente de la ALE, denunció hoy que «la situación es una provocación, porque además de cobrar salarios miserables y por debajo del valor de la canasta de pobreza, de apenas 72 mil pesos, hay sumas en negro», sostuvo.
Ramírez ratificó la denuncia de recortes sobre el pago de los aguinaldos, la ausencia de discusión para percibir un bono de fin de año y calificó esa realidad como «deplorable», a la vez que enfatizó que la actividad fue declarada esencial.
Carolina Cáceres, otra referente de la ALE y secretaria de Prensa de la Federación de Profesionales de la Salud de Buenos Aires, expresó que existe «indignación» en los hospitales porteños, y denunció que el Sindicato Único de Trabajadores y Empleados de la Ciudad de Buenos Aires (Sutecba) que lidera el histórico Amadeo Genta «mira para otro lado, pero es el responsable directo para subsanar esta realidad».
La ALE convocó para las 18.30 de este jueves a «una asamblea de emergencia» para decidir medidas de fuerza y «los pasos gremiales a seguir», porque los trabajadores de primera línea de la enfermería «no merecen un cachetazo en Navidad», concluyó.

La Ciudad somos quienes la habitamos

20.12.2021

Por Mario Hernandez

El pasado 24 de noviembre nació el movimiento “La ciudad somos quienes la habitamos”. Para hablar sobre esta inciativa polítca, compartimos la entrevista realizada por Mario Hernandez, a uno de sus integrantes,Jonathan Baldivieso del Observatorio al Derecho de la Ciudad de Buenos Aires.

Mario Hernandez: Nació el movimiento “La ciudad somos quienes la habitamos”. Explicanos en qué consiste
Jonathan Baldivieso.: Para explicar la idea de este nuevo espacio político, tenemos que comentar cuál es el contexto en el que estamos en la Ciudad de Buenos Aires. Hace mucho tiempo que venimos con un plan sistemático de despojo y destrucción de la Ciudad, que venimos comentando hace tiempo, venta de tierras públicas, privatización de servicios, sobre construcción de la Ciudad que hace colapsar los servicios solamente para construir viviendas suntuosas, tenemos todos los indicadores ambientales mal, de arbolado público, de espacios verdes, el tema de la Costanera, ahora quieren destruir un humedal. Indicadores sociales, económicos, la crisis habitacional es alarmante.
Un contexto muy grave en la Ciudad que tiene su reflejo en el país pero que tiene un condimento de especulación inmobiliaria por detrás que hace que estos problemas se exacerben. Por otra parte tenemos lamentablemente la gran mayoría del sector político que no atiende a estos problemas, ya sea porque están en el gobierno o porque no son una oposición profunda a estos temas.
Y, por otro lado, tenemos una ciudadanía que se viene organizando, que viene demostrando una gran calidad democrática, que tiene iniciativas pero que no son tomadas por la Legislatura o la clase representativa de la ciudadanía. Por ejemplo, hemos elaborado durante más de un año una ley en el marco de espacios verdes, que ningún legislador quiso levantar, hemos presentado proyecto de ley para recuperar la Costanera, para expropiar el predio de IRSA y que la Costanera sea pública, que tampoco tuvo a ningún Legislador que lo levantara como para que tenga estado parlamentario.
Hemos planteado la campaña para que la Defensoría del pueblo vuelva a manos de las asambleas y que sea la ciudadanía quien elija a su defensor o defensora y no únicamente que sea un acuerdo de los partidos políticos mayoritarios. Tampoco hemos conseguido ningún aval.
Esto demuestra que hay un gran distanciamiento de la clase representativa de la organización ciudadana, las asambleas y colectivos. Eso nos ha llevado a la conclusión de que el camino que necesitamos en CABA es construir un espacio político que surja desde las asambleas y que no esté organizado bajo el paradigma de la democracia representativa, es decir, que no sea un partido político tradicional que está pensando en la competencia de la gobernabilidad cada dos años, sino que sea una organización ciudadana formada bajo el paradigma de la democracia participativa, que su lucha sea cotidiana, para que sea la ciudadanía, las asambleas, los consejos comunales los que codecidan con el gobierno las políticas urbanas que se implementan en CABA.
De esa idea nace el movimiento donde se quiere profundizar la reconfiguración de la democracia tal como la pensamos. La democracia representativa ha sido mayormente capturada por el poder económico inmobiliario en CABA, lo que ha llevado al extremo que en plena pandemia de crisis sanitaria solamente se traten negocios inmobiliarios en la Legislatura. Ahora ya estamos a fin de año y advertimos que el gobierno post elecciones votó nuevamente emprendimientos inmobiliarios en Costa Salguero, el emprendimiento inmobiliario en el nuevo Puerto Madero en la Costanera Sur, más de decenas de convenios urbanísticos que son acepciones para torres en toda la ciudad.
Como no hemos tenido resultados con las fórmulas tradicionales de organización política, porque hemos permitido que el gobierno siga cometiendo estos despojos, apropiaciones y destrucción de la Ciudad, hemos pensado en la necesidad de crear un espacio que esté constantemente resistiendo, pensando una ciudad alternativa, pero no solamente pensando qué ciudad nos merecemos, qué ciudad nos gustaría disfrutar, cómo tenemos que defender la CABA por su historia, su identidad, sino también reflexionando y pensando cuál es la nueva configuración de la democracia que necesitamos para tomar decisiones.
Actualmente está decidiendo un sector de la clase que gobierna con el poder económico inmobiliario financiero concentrado en la Ciudad de Buenos Aires. Ese es el máximo problema que tiene a nivel del norte de la ciudad, porque es un norte que está sometiendo y sujetando la planificación urbana a los intereses inmobiliarios y justamente en detenimiento de la calidad de vida del ambiente urbano de la comunidad porteña. Por lo tanto, estamos haciendo este lanzamiento de este nuevo movimiento con el nombre de “La ciudad somos quienes la habitamos” justamente porque la ciudad nos pertenece, la ciudad es nuestro bien común y tenemos el derecho y queremos recuperar ese derecho de formar parte y decidir por nuestra ciudad.
M.H: Es un movimiento que se ha ido desarrollando sobre todo en el último año, la participación numerosa en las audiencias públicas, las bicicleteadas que se organizaron en defensa de la Costanera, y supongo que el lanzamiento de este movimiento ya debe tener algunas primeras adhesiones ¿Podrías comentarnos cuáles?
J.B: Principalmente este movimiento está impulsado por una serie de colectivos que venimos trabajando hace un tiempo de forma mancomunada entre ellos el Observatorio al Derecho de la Ciudad, la Cátedra de Ingeniería Comunitaria, el Instituto de Pensamiento de Políticas Públicas de Claudio Lozano, el Frente Salvador Herrera que es un movimiento de barrios populares y la Defensoría de laburantes.
Este conjunto de espacios venimos hace mucho tiempo interviniendo y acompañando asambleas en los conflictos urbanos y son los primeros impulsores de esta iniciativa de armar un espacio para aumentar la sinergia del ciudadano común bajo una identidad nueva y empezar a incorporar personas referentes de las asambleas. Sabemos que las asambleas tienen integraciones partidarias y no partidarias de distinta índole, por lo tanto, es difícil que una asamblea completa se incorpore y se sume a un espacio nuevo por eso tenemos esta apertura que no necesariamente se tienen que sumar asambleas sino que pueden sumarse ciudadanos y ciudadanas a título personal.

Mariano Madueña: “Me gusta la idea de recordar a Guebara como un lugar de roce, pero con buena música”

19.12.2021

Por Mariano Nieva

Mariano Madueña repasó la historia del histórico boliche que fundó y que luego de 27 años tuvo que cerrar sus puertas obligado por la pandemia de COVID-19. Recuerdos de aquellas interminables noches de San Telmo.

Mariano Madueña fundó, a comienzos de 1994, Guebara. Un histórico reducto enclavado en el corazón del barrio de San Telmo que, luego de batallar intensamente con la crisis económica que también trajo la pandemia, tuvo que cerrar definitivamente sus puertas después de 27 años. Recordó las inolvidables noches que allí transcurrieron, la amistad forjada entre sus paredes con Amado Boudou y los músicos de Bersuit Vergarabat, grandes habitués del boliche, y el sueño alcanzado de trabajar en FM Rock & Pop, entre otros temas. Además se refirió a Cave Canem, su nuevo emprendimiento que está inaugurando por estos días: “Mi nuevo local está ubicado en la esquina de Chile y Balcarce. Es bonito y muy similar en cuanto a las dimensiones a Guebara y en donde quiero que haya actividades culturales. Cuenta con cocina y con la posibilidad de utilizar la vereda, ya que todavía vamos a lidiar por un buen tiempo más con la pandemia. Allí la gente va a poder estar más cómoda y se llama Cave Canem como una canción de Virus que está en su segunda placa Recrudece (1982) y que es una banda que me encanta”, reflexionó.

¿Cuándo y bajo qué circunstancias abrió Guebara?
Mariano Madueña: El bar abrió a comienzos de 1994, después de haber firmado en febrero el contrato junto con Mariano de Negri, a quien conozco de muy chico. Por entonces yo tenía 22 años y desde siempre tuve el berretín de organizar fiestas en la casa de mi vieja. Cosas que, por otro lado, hacés cuando sos muy pibe. Y como venía mucha gente, una vez ella me dijo: “¿Por qué no buscas un lugar más apropiado para tus encuentros?”. Y así empecé a buscar un espacio para alquilar, en principio, por una noche. Recuerdo que por aquellos días pensaba que si la gente va a una fiesta quiere tomar cerveza. Entonces, si las vendo yo, con la ganancia puedo pagar el arriendo mientras paso música, que es lo que más me gusta hacer. Hasta que finalmente un día, una tía me comentó que un muchacho amigo suyo alquilaba un local en San Telmo, justo en la zona que a mí más me gusta y que es a metros de otro histórico boliche, El Balcón, que da justo frente a la Plaza Dorrego.

¿Qué era de tu vida por entonces y a qué te dedicabas?
M.M: En ese momento estaba cursando periodismo en TEA (Taller Escuela Agencia) haciendo prácticas de entrevistas. Y una compañera, Greta Pena, quien después llegó a trabajar en Canal Encuentro, para un trabajo práctico de la carrera me preguntó dónde me gustaría trabajar. Y yo le respondí que tenía tres sueños en mi vida. Ingresar en la Rock &Pop, hacer algo junto con Lalo Mir y Enrique Symns, y poner un bar cultural en San Telmo.

¿Y el nombre Guebara cómo nació?
M.M: Cuando abrí el bar no se llamaba así. Antes se llamó Zelig, igual que el título de la película de Woody Allen de 1983. El nombre Guebara apareció a partir del 10 de diciembre de 1994 cuando se fue mi primer socio y me quedé solo con el Negro Leonel. Y como sentíamos que el lugar se nos había ido de las manos por las continuas razzias policiales y las multas de la Municipalidad porteña, decidimos cambiarle el nombre. Entonces Mariano de Negri me preguntó:” ¿Cómo lo podríamos llamar?”. En ese momento los dos estábamos vinculados al partido político que se conoció como Frente Grande y por eso es que pensamos un nombre que tenga que ver con la vanguardia y el progresismo. Y así fue que después de descartar otras ideas a él se le ocurrió ponerle Guebara con b larga, para no banalizar el nombre y la figura del Che. Y de paso poder esquivar un poco a la policía. Aunque, de todos modos, seguimos teniendo problemas.

Hace un momento dijiste que uno de tus sueños a cumplir era hacer radio en FM Rock & Pop. Algo que finalmente pudiste alcanzar de la mano de un personaje muy admirado por vos como Enrique Symns.
M.M: Exactamente. A Enrique lo conocí en el bar Imaginario, que está ubicado en Guardia Vieja y Bulnes, esa hermosa esquina de la Ciudad de Buenos Aires. Y con el tiempo pegamos onda definitiva cuando comenzó a frecuentar Guebara junto a su amiga y colaboradora en la revista Cerdos & Peces, Vera Land. Eran épocas en las que Symns hacia el cabaret poético junto a Tom Lupo en Baruk, un espacio que quedaba en la calle Carlos Calvo al 300 en San Telmo. Y como bien decís, fue él mismo el que me ayudó a cumplir otro de mis sueños cuando me llevó a la Rock & Pop a trabajar desde noviembre de 2006 a diciembre de 2010, en los programas “Gillespi Hotel” primero y luego en “Falso Impostor”, donde yo hacía tragos. Y la verdad es que la pase muy bien con ellos, tanto con Gillespie como con Enrique.

¿Podrías definir un perfil del público que frecuentaba Guebara?
M.M: El perfil del público del bar fue mutando con el paso del tiempo. De todos modos podría concluir que en los casi 30 años que duró Guebara, la gente que iba era porque le gustaba el roce y la sociabilización. No era un lugar para curtir tranquilo/a. Allí se encontraban los/ as amigos/ as, y muchas veces también acudía gente sola. Pero no con la histeria del levante, porque nadie, tal vez, venía con esa intención. Aunque debo decir que con frecuencia y al término de la noche, era algo que se daba solo.

Por otra parte, entre los/as parroquianos/as solías encontrar cada tanto, algunos/as personajes famosos/as también.
M.M: Es verdad, alguna vez vino Juanita Viale y también Amado Boudou, que era habitué del lugar y con quien hicimos amistad. Recuerdo que a él le gustaba ir a Guebara porque nadie lo molestaba y esto se daba porque un poco el bar tenía una impronta filo kirchnerista o de izquierda por la gente que iba. Después, otros conocidos que pasaron por el boliche fueron Andrés Calamaro, Juanse, Manu Chao, la actriz Romina Gaetani por aquel entonces pareja de Limón García, Palo Pandolfo y Manuel Moretti, cuando recién empezaba con Estelares.

uit Vergarabat. Prueba de ello es que en dos canciones, “La murga de la limusine”, incluida en La argentinidad al palo (2004), y “Afónico”, de La Revuelta (2012), la banda menciona al Guebara. ¿Cómo se dio esa relación?
M.M: En el año 95 recuerdo que empezaron a venir siempre muy borrachos. Y una noche le pregunté a uno de los pelados que había en ese grupo quién era y de dónde venía. A lo que me respondió que de tocar el teclado con su grupo que se llamaba Bersuit Vergarabat. Era Juan Subirá. Y de tanto frecuentar Guebara trayendo gente como Cabra Vega, cantante de Las Manos de Filippi, o Eduardito, a quien la banda le dedicó el tema “Convalecencia en Valencia” y que, lamentablemente, falleció hace poco en un horrible accidente, nos hicimos muy amigos. Es más, yo soy el padrino de su hijo mayor. Y después llegó el otro pelado, Gustavo Cordera. Por otro lado, dejame decirte que ninguno de ellos jamás me pidió nada gratis, ni cuando los conocí en esa etapa tan salvaje ni cuando se dio ese gran crecimiento de la mano de Gustavo Santaolalla.

La última, si tuvieras que quedarte con una etapa de las tantas por las que atravesó Guebara ¿Cuál sería?
M.M: Son muchas las imágenes y los recuerdos que se me vienen a la mente. Pero me quedo con todo lo que pasó en los últimos tiempos del bar. La foto de la última noche, sabiendo que Guebara no se fue en decadencia, sino que se lo comió la pandemia como a tantos otros lugares. Además, era consciente que no cumplía con los condiciones de distanciamiento que se necesita en estos tiempos porque era un lugar muy chico e inviable. Otros hermosos momentos que me regalaba el lugar, sin dudas, era cuando había una banda tocando en vivo. Y ni hablar cuando hicimos el festival en la calle donde actuaron Palo Pandolfo, Juan Subirá y muchos/as otros/as músicos/as.

La justicia ordenó a Larreta a proveer internet gratuito a todos los clubes de barrio

15.12.2021

Por Martín Suárez

Hace dos años que el gobierno porteño no cumple con una ley sancionada por unanimidad. “Prefieren negarnos el servicio antes que invertir en obras», se quejan las entidades.

La Ley 6295 de Acceso Inalámbrico Gratuito a Internet (WiFi), fue sancionada en diciembre de 2019 por unanimidad en la Legislatura porteña. El objetivo principal de esta norma es que el ejecutivo porteño provea Internet gratuito a todos los Clubes de Barrio que funcionen en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, que se encuentren inscriptos en el Registro Único de Instituciones Deportivas. Pasaron dos años de la sanción y el jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, nunca la puso en funciones.
En sus fundamentos la ley propone posicionar a los clubes como centros de actividades sociales; reducir la brecha digital en la Ciudad, y proveer gratuitamente a la sociedad una herramienta que potencie sus oportunidades. Desde hace varios meses más de 60 clubes barriales comenzaron a reclamar que el ejecutivo local cumpla con la norma votada, incluso, por el bloque de Vamos Juntos. Golpearon todas las puertas y agotaron todas las instancias de diálogo, hasta que determinaron llevar el reclamo a la justicia porteña.
En las últimas horas la justicia les dio la razón y ordenó al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que presente un plan de obra para instalar Wifi gratuito en todos los clubes de barrio. “En nuestro club, por ejemplo, participan más de 400 socios y socias, hay un centro de jubilados, futbol femenino; pero acá no se viene a practicar deportes solamente, además los pibes y pibas vienen a clases de apoyo escolar y a diferentes refuerzos educativos. Una vez que se implemente el Wifi gratuito en todos los clubes esto nos va a potenciar”, destaca en diálogo con Tiempo Guido Veneziale, titular de la Asociación de Fomento Vecinal Villa Miraflores de Parque Chacabuco, y presidente de la Federación de Organizaciones Deportivas de la Argentina (FODA), organización que presentó el reclamo en la justicia.
El Juzgado de 1ra instancia en lo Contencioso Administrativo y Tributario Nº7, a cargo de la jueza Lidia Ester Lago, es contundente y apoya la petición del Ministerio Público Tutelar para que las autoridades porteñas cumplan con la Ley 6295.
“Es un paso importante para todos los clubes de barrio ya que el no contar con acceso a Internet no solo afecta a los socios sino también lo administrativo, porque en casi todos los clubes las empresas privadas que proveen el servicio como telecentro, Fibertel, etc., se niegan a instalar y realizar obras de mantenimiento en los clubes de barrio, es decir, ni pagando el servicio tenemos acceso a Internet”, cuenta Veneziale
Desde estos espacios, consideran que la negativa de las empresas privadas a brindar Wifi en los clubes de barrios es un claro ejemplo de discriminación, ya que la mayoría de las sociedades de fomento se encuentran en las inmediaciones de los barrios populares y gran parte de ellas dentro de las villas. “Está claro, no hacen inversión en todo el barrio y prefieren negarnos el servicio antes que invertir en obras, por eso lo importante de este paso legal para que el Gobierno de la Ciudad cumpla con la ley sancionada hace dos años”, agrega el presidente de FODA.

La falta de inversión de CABA en deportes

Al desfinanciamiento y ajuste presupuestario se le suma la ausencia de la máxima autoridad en esta materia. Hace 18 meses que el jefe de Gobierno porteño no designa a un titular de la Subsecretaría de Deportes. En junio de 2020, el ex subsecretario de esa cartera, Luis Lobo, fue capturado infraganti violando los protocolos sanitarios decretados por el presidente Alberto Fernández, al encontrarse jugando un campeonato de paddle en un club privado de Pilar. Luego de ser detenido por la bonaerense, junto a otras 16 personas que practicaban el mismo deporte, dimitió a su cargo. Desde aquel momento nadie fue designado para ocupar su lugar y la subsecretaría se encuentra sin una autoridad que ejerza el poder de mando.

El Club del Trueque en La Boca: un símbolo de cómo fue sobrevivir sin plata

15.12.2021

Por Gustavo Sarmiento

Marcó un clima de época y un sinónimo cuando se alude al “diciembre de 2001”. Sin embargo, no se circunscribió a esos días. Varios de esos lugares por donde pasaron 2,5 millones de personas intercambiando bienes o servicios perduran hasta hoy.

“Una opción interesante en tiempos de crisis”, dice el infograph del noticiero de Canal Trece. Es 6 de diciembre de 2001. En unos días estallará el país, pero hay signos, imágenes cotidianas que dan cuenta de que el tejido social se está resquebrajando sin vuelta atrás. El Club del Trueque, protagonista de aquel informe televisivo, marcó un clima de época y un sinónimo cuando se alude al “diciembre de 2001”. Sin embargo, no se circunscribió a esos días. Varios de esos lugares por donde pasaron 2,5 millones de personas intercambiando bienes o servicios perduran hasta hoy. Otras crisis, mismas salidas.
Los clubes eran llamados “nodos” que se nuclearon bajo la Red Global del Trueque (RGT). El de La Boca se constituyó como uno de los principales. Fue cambiando de sede (la Iglesia San Juan Evangelista, el teatro Verdi, una cantina, el polideportivo Don Pepe, sindicato de amas de casa, y distintas organizaciones sociales), y en esos meses donde no había forma de vislumbrar futuro llegó a tener por día más de 5 mil prosumidores, como se les llamó: simbiosis de productores y consumidores.
“El trueque es un programa de autosuficiencia que pone en valor lo que la persona puede ofrecer, tanto habilidades como conocimiento, con creatividad, sin utilizar dinero, abasteciéndonos entre nosotros sin patrones. Es una filosofía de vida”, resume su coordinadora Cristina Mirabelli. Lo que no pudieron las sucesivas crisis lo logró la pandemia: desde la cuarentena del año pasado el Club de La Boca se encuentra cerrado, pero Cristina anuncia que “próximamente” volverán a abrir.

Como en un mercado formal

Tres vecinos ecologistas (Horacio Covas, Rubén Ravera y Carlos De Sanzo) fundaron el Club del Trueque el 1º de mayo de 1995 en la localidad bonaerense de Bernal. Aquél día reunieron a veinte personas, al estilo de un grupo de autoayuda. “Acercándonos a 2001 la situación se volvió catastrófica, y los clubes cubrían la ausencia de dinero de curso legal, que era extremadamente escaso. Además fueron una herramienta pacificadora”, relató Ravera a este diario tiempo atrás.
La mayor parte de los productos que se intercambiaban en los diversos nodos eran “de segunda mano”, especialmente ropa y calzado. Algunos alimentos envasados (no elaborados), artesanías, bijouterie nueva y usada, libros, y elementos que hoy son vintage: cassettes de música y videos usados. En La Boca se intercambiaban “ropa, comidas, artículos de limpieza y cosmética, la mayoría sobrevivió gracias al sistema y a la gente que aportó su creatividad”, recuerda Cristina. Y acota que también se ofrecían servicios: “Yo estaba con megáfono y la gente venía a trocar coches y casas. A mí me ofrecieron hasta un restaurante completo. Teníamos de todo, odontólogos, ópticas, médicos, electricistas, turismo, como en un mercado formal… pero sin dinero”. Familias llegaron a pagar sus alquileres con créditos, y empresas como Establecimiento Lourdes, en Mendoza, salvaron pedidos de quiebra bajo este sistema.
Las personas que ingresaban a este “mercado paralelo” eran prosumidores, debían producir y consumir en igual medida. Para ingresar pagaban dos pesos, que equivalían a 50 créditos en billetes. Si bien creció en los ’90, su explosión se dio entre el 2000 y el 2002. A la población vulnerable se le sumó la clase media en masa.
“Las causas de la génesis y el desarrollo del trueque radican en la crisis de la sociedad argentina, en especial las condiciones del mercado de trabajo que derivan en el fenómeno de la nueva pobreza y el incremento permanente de una masa de excluidos del trabajo y el consumo que llega a alcanzar a más del 50% la población del país en la crisis del 2001/2002”, explica Susana Hintze, socióloga de la Universidad Nacional de General Sarmiento, con la que editó el libro Trueque y economía solidaria. “Clases medias en descenso en los inicios, a los que se suman sectores populares urbanos a comienzos del nuevo siglo son los agentes sociales que constituyeron el vasto universo de los abarcados por el trueque, que se estimó en 2,5 millones a mediados del 2002 en todo el país, en el pico alto de la crisis”, agrega.

Un Nunca Más a la crisis bancaria

El fenómeno llegó a ser exportado a países como España y Grecia. Hubo 6 mil clubes en todo el país. Hoy de ellos solo queda el 10%, aunque las pandemias del macrismo y el covid–19 reflotaron la tendencia en algunos sectores sociales, con una salvedad: actualmente están las redes sociales para promocionar, canalizar y potenciar los trueques. Eso no existía en 2001. Hoy, lugares como Ciudadela y Moreno cuentan con nuevos nodos.
El de La Boca siguió existiendo, en parte por una población de bajos recursos que continuó necesitando y apelando a ese sistema, y también con un cambio en productos para un público clasemediero que mezcló curiosidad y afinidad con este sistema. En las décadas posteriores predominó la comida mezclada con objetos de antigüedades, cuadros, telas. En 2001 era el hambre; los años siguientes iban para pertenecer a un lugar. En los últimos tiempos, hay necesidades que retornaron.
“Para muchos de sus participantes ha constituido una estrategia de sobrevivencia, para otros un espacio de recuperación de la autoestima, de valores compartidos y de una sociabilidad acorralada por el neoliberalismo de los ’90. Para la mayoría, la posibilidad de recrear vínculos sociales a partir de un nuevo tipo de relaciones”, describe Hintze. Y completa: “Asociado a valores de reciprocidad, solidaridad, autogestión, responsabilización colectiva, construcción de relaciones de confianza -en oposición a un sistema de descarnada competencia, estéril e incapaz de ofrecer alternativas para el conjunto de la sociedad- la experiencia es definida en sus inicios como una ‘reinvención del mercado’, que propone un nuevo posicionamiento frente al modelo económico vigente y una nueva forma de vivir en sociedad”.
Ravera suele señalar al 17 de mayo de 2002 como la fecha del quiebre: cuando comenzaron los planes jefes y jefas de hogar. Punteros vaciaban clubes, otros colapsaban por falsificación de créditos, se perdía la confianza y la cámara empresaria denunciaba, con el lobby de medios de comunicación, una práctica que “atentaba” al comercio. El final estaba sellado.
Acotó que los clubes de trueque “son una buena experiencia para que en el futuro se haga un Nunca Más, como en la dictadura, pero con la crisis bancaria. Los bancos y el dinero no pueden determinar el destino de una persona. Fue la gran demostración de que en ese momento se terminó la plata, pero los argentinos se las ingeniaron para seguir viviendo”.

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