24.10.2021
Por Mariano Nieva
El cantante punk y performer dialogó sobre la reciente publicación de La Guía del Mal de Buenos Aires. Un recorrido por 12 historias macabras que incluyen los crímenes perpetrados por Robledo Puch, el Petiso Orejudo y Emilia Basil entre otros/as, que conmocionaron a la opinión pública.
Marcelo Pocavida es cantante punk, tuvo una fugaz pero trascendental banda en los ’80 como fueron Los Baraja, además de performer y cultor del cine fantástico y de horror. Dio detalles de la edición de La Guía del Mal de Buenos Aires (2021), un trabajo recopilatorio de los más resonantes y espeluznantes casos criminales que fueron la comidilla por años de la denominada prensa amarilla que los pusieron en el centro del debate y los miedos de la sociedad. “Los casos icónicos de Cayetano Santos Godino conocido como El Petiso Orejudo y Carlos Robledo Puch, alias El Ángel de la Muerte, cada uno en su época fueron de dos criminales de simiente malvada e incomprensibles hasta el día de hoy por la saña con la que actuaron”, destacó.
¿Cómo se te ocurrió hacer esta especie de Guía Filcar de crónicas policiales? En el interior acompañando a cada caso, podemos encontrar referencias exactas, mapas de calles y lugares donde se llevaron a cabo los hechos.
Marcelo Pocavida: Yo no descubrí la pólvora con el formato, porque me inspiré mucho en esos tours que hay en Londres con las andanzas de Jack The Ripper (Jack el Destripador) y que es un lugar, la capital de Inglaterra, donde el casco antiguo se respeta muchísimo. Sabiendo, además, que estás caminado las mismas calles que caminó esa gente. Y también en los recorridos que se hacen en California (EE UU) donde podés revivir las tragedias de personajes como Charles Manson por ejemplo. Y como soy un gran caminador me encanta recorrer la ciudad de Buenos Aires, sobre todo el corredor sur. Así que una vez, en una de esas caminatas y al descubrir dónde vivía El Descuartizador de Barracas me pregunté: ¿Qué pasaría si estas experiencias las llevo al terreno literario? Entonces así nació la idea de hacer de esta manera la Guía del mal de Buenos Aires.
¿Cuánto tiempo te llevó pasar de la idea de hacer un libro hasta tener terminada la Guía del Mal de Buenos Aires?
M.P.: El proyecto estuvo cajoneado unos ocho años aproximadamente, aunque solo tardé dos en escribirlo, porque en el medio hubo muchos vaivenes en mi propia vida y también relacionadas con el libro cuando en algún momento hubo gente interesada en el material que después lo desestimó. Entonces, iba quedando postergado y se empezó a convertir en una piedra en el zapato cuando mis allegados/as y amigos/as me preguntaban por el texto que sabían tenía casi listo.
¿Cómo fuiste recopilando y seleccionando el material de archivo para ir reconstruyendo estas 12 historias criminales que forman parte del trabajo?
M.P.: Al ser un gran coleccionista de bibliografía contracultural y criminalística tenía mucho material para sacar data pura y dura para el trabajo. También empecé a comprar diarios y revistas de la época sobre todo porque hay muchos casos que tienen que ver con ese boom que se dio con el paso de la dictadura a la democracia. Cambio que se notó también en el periodismo policial y el llamado “amarillismo”, con el diario primero y el canal de cable después, de Crónica a la cabeza. Por aquellos días además, comenzaron a salir publicaciones como Casos Policiales y Esto! que tenían una tirada infernal con unas fotos escabrosísimas y que las podías encontrar sobre la mesa del hogar de cualquier familia. O la mismísima Cerdos & Peces que dirigía Enrique Symns donde se abordaba el tema de la marginalidad y los bandidos. Entonces empecé a juntar un poco de todo eso tratando de rescatar esa prosa que manejaban, ese sarcasmo o doble sentido donde mezclaban lo periodístico con la jerga marginal de la calle con términos como “El chacal” o “La bestia” por ejemplo, esa adjetivación grandilocuente tan fascinante.
En cuanto a los personajes más salientes ¿Cómo los/as fuiste eligiendo y qué es lo que tuviste en cuenta para ubicar a cada uno/a en las distintas secciones del texto?
M.P.: Es verdad que algunos/as personajes han sido más icónicos/as que otros/as indudablemente. Lo que tiene la guía es una cronología y está separada en secciones que considero son sus perfiles y que me sirvió mucho a la hora de ir eligiendo los casos. Hay una sección que se llama Semillas de Maldad, donde aparece Cayetano Santos Godino conocido como el Petiso Orejudo y Carlos Robledo Puch que son dos criminales de simiente malvada y hasta quizás incomprensibles aún hoy por la saña con la que actuaron. El caso del Petiso Orejudo además entró en su tiempo dentro del análisis lombrosiano, concepto atribuido al médico y criminólogo italiano Cesare Lombroso quien clasificaba a los/as delincuentes según sus características corporales. En cambio, Robledo Puch terminó siendo centro de debate popular por como este chico tan lindo e inteligente, y que en apariencia no le hacía falta nada, pudo convertirse en un asesino en serie. Otro apartado es Amor, Locura y Muerte donde entran historias de lo que antes se conocía y se caratulaba como crimen pasional y en el cual ubiqué a Raúl Barón Biza, Jorge Eduardo Burgos apodado El Descuartizador de Barracas, Emilia Basil, Oriel Briant, etc todos/as de diferentes lugares de la ciudad y épocas también.
¿Qué nos podés contar de la portada donde podemos a ver a Carlos Gardel sentado y leyéndoles a los/as personajes que habitan las páginas de la Guía del Mal?
M.P.: Que la tapa tiene que ver con esa pasión que tengo desde mi temprana edad con el cine y el comic de terror de la década del `70. Por eso, es que recuerdo una vez a mi madre, sabiendo que me fascinaba ver ese tipo de películas por televisión, me trajo una revista que aquí se editaba bajo el nombre de Dr. Tetrik y que era la versión de la norteamericana llamada Creepy que contenía historietas de terror. Y en la portada del ejemplar número uno había un personaje que era el Tío Creepy, un maestro de ceremonias viejo y desgarbado que sentado en una mecedora les contaba historias a los monstruos clásicos e icónicos como Frankenstein, el Hombre Lobo y un Zombie, entre otros, que aparecían a su alrededor escuchando atentamente los cuentos del abuelo. Entonces, en homenaje a esa cubierta le pedí a Pool Paulini, un artista rosarino, que quería que dibujara a Carlos Gardel como uno de los símbolos de Buenos Aires para que ocupara el lugar del viejo Tío leyéndole a los/as personajes que están incluidos en La Guía del mal de Buenos Aires.
En el libro también hacés un rescate de Viaje a lo inesperado, ese programa de culto que iba los sábados por las noches del viejo Canal 13 a comienzos de los ’80. Y que llegaron a conducir dos maestros del horror como Narciso Ibáñez Menta y Nathán Pinzón.
M.P.: Exactamente, el último capítulo se llama Viaje a lo inesperado, como aquel viejo programa de TV que pasaba películas de horror conducido por Narciso Ibáñez Menta y Nathán Pinzón. Y en donde por ejemplo hay un caso atravesado por la temática de la ufología y lo paranormal. Y es el del Portero de Erkz, un tipo relacionado con el Cerro Uritorco en la provincia de Córdoba que sostenía que allí había portales dimensionales y que por eso llegaba gente de todas partes para que les practicara curaciones chamánicas. Y la cuestión es que a este hombre lo termina asesinando misteriosamente su mejor amigo. Después está el crimen nunca resuelto de Oriel Briant en 1984, la hermosa maestra de inglés de La Plata del cual se decía que había sido cometido por mano de obra desocupada de la dictadura militar porque la familia del marido estaba muy ligada a las fuerzas armadas. Incluso se habló también de que existe una filmación de un ritual donde se ve la muerte de Oriel y que dicho material se vendía en el exterior en lo que se conoce como cine Snuff.
Otra de las características que encuentro en tu trabajo es que no solo narrás estas crónicas de policial negro con detalles que hacen aún más aterradoras las historias. Sino que también intentás meterte dentro de la mente de los/as asesinos/as.
M.P.: Claro y eso lo aprendí cuando empecé escudriñar en la cinematografía más oscura y underground. No tanto ligada al terror fantástico sino más bien al psicológico donde encontré muchísimas cosas interesantes con esas películas de autor que son tremendas como por ejemplo Saló o los 120 días de Sodoma (1975) de Pier Paolo Pasolini. Ese tipo de cine que me llevó a bucear en la mente humana más que en los monstruos que por otro lado me resultan súper simpáticos. Por eso es que cuando hice ciclos audiovisuales siempre intenté relacionarlos con la parte mental de los/as sujetos. Que hacen por un lado se vean como perversos/as y por el otro presos/as de sus fantasías. O ambas a la vez. Ejemplo de esto que digo es lo que hace David Cronemberg quien incursionó en el terror de nuestra propia fisiología. Un director que se anticipó al miedo a lo epidémico que produjo el virus del Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (SIDA) por ejemplo, que vinculaba el sexo con la muerte.
Para cerrar. Si tuvieras que elegir un solo capítulo de tu libro a modo de muestra o ejemplo de su contenido. ¿Cuál sería?
M.P.: Hay un capítulo que me encanta dedicado a los crímenes que están ligados a lo místico, esotérico y paranormal. Allí hago énfasis en un montón de personajes que quizás no son los más conocidos/as como las Hermanas Satánicas de Saavedra o en el pacto suicida de la astróloga húngara Lily Süllos con su hermano Ludwig. Que en la investigación, por un lado me enteré que la familia había venido de Budapest diciendo que eran descendientes del conde Drácula y por el otro, que en la relación de los Süllos existía una suerte de juegos de roles además de contar que fotografiaban con cámaras infrarrojas a espectros que habitaban su casa de La Lucila, partido de Vicente López. Una historia por demás alucinante. Y otro es un hecho que siguió de cerca el periodista Enrique “Turco” Sdrech un verdadero sabueso a quien admiré y me inspiré también, porque literalmente le puso el cuerpo a la historia de Irma Girón y Gloria Fernández, dos primas que aparecieron misteriosamente muertas en la bañera de una casa de la localidad de Florida en la zona norte de Buenos Aires en 1989.