Entrevista al actor Claudio Pazos: “La soledad en el unipersonal intensifica el mundo interno”

15.8.2021

Por Silvina Gianibelli

Diálogo con el reconocido artista en el marco del regreso de las funciones presenciales del Teatro Payró. La obra Magallanes.0 de Jeroni Obrador, con dirección de Merceditas Elordi, se presenta los sábados de agosto a las 20:30.

Desde hace un tiempo venís eligiendo el género del unipersonal, ¿qué desafíos te hizo enfrentar como actor?
Claudio Pazos: Supongo que es un formato que por un lado te da cierta libertad de acción, pero también impone mucha rigurosidad en donde se pone a fondo lo que para mí me parece central en el teatro: “el actor, la actriz”. La soledad en el unipersonal intensifica el mundo interno. Se expone con mayor claridad lo que el intérprete quiere contar, ahí sí que no hay escapatoria. Hay una desnudez intensiva. Descubrí que exige el manejo de las energías. Otros trabajos unipersonales como por ejemplo Vegetal o Jorobado, el encierro de un cornudo, partieron desde un deseo propio, quería contar eso. En el caso de Magallanes 2.0 fue una invitación que vino de la mano de la directora y honestamente analicé muchísimo en dónde podía entrar mi deseo, mi necesidad en ese cuento. Soy un actor autogestivo y como tal, creo en “el cuento propio” aunque la invitación venga de afuera.

En plena pandemia decidiste estrenar en el Payró que es la leyenda de la escena porteña independiente ¿Cómo fue tu regreso?
C.P.: Mi experiencia es que nada fue ni es fácil en la pandemia o antes de ella…jaja. En todo caso la pandemia desnuda algunas situaciones que todos los que hacemos teatro vivimos cotidianamente. No obstante, esta situación nos obligó a acomodarnos. Fue un impacto fuerte. Haciendo un paralelismo: el choque del Titanic. En ese barco no todos pertenecemos a la misma clase, ni a todos nos afecta de la misma manera, es más, te diría que conforme fue avanzando la cuarentena (es decir el hudimiento del Titanic) iba cambiando de clase y no me refiero a la clase social solamente, sino a cómo vamos asumiendo, aceptando o no tamaño impacto. Igual, en el medio de ese contexto, seguimos adelante, sin saber dónde, ni cuándo, ni cómo lo íbamos a estrenar.
Me parece que el teatro no pide ser hecho solamente sino que nos propone una pregunta, ¿para qué hacerlo? Creo que la pandemia profundizó, por lo menos en mí, esa pregunta. De pronto me encontré estudiando una obra en un panorama incierto y ahora respondiendo esta pregunta lo asocio a Magallanes y a su espíritu de investigador emparentándose bastante con el trabajo del actor, en donde no sabemos nada, todo es a descubrir. Los actores pertenecemos a una clase en donde lo raro es tener todo, lo más habitual es construirlo desde la “nada”.

¿Cuál fue el primer acercamiento a Magallanes.0 de Jeroni Obrador?
C.P.: Me lo acercó la directora Merceditas Elordi. El texto no es nada fácil. Está plagado de datos históricos. Uno de los desafíos era cómo atravesar esos datos con el cuerpo, la emoción. El autor lo había estrenado en España con mucho éxito, de hecho lo están haciendo, han viajado a diferentes festivales. En lo personal no quería ver la obra sino construir lo propio y en ese sentido coincidimos con la directora. No me interesaba hacer una réplica como un Mac Pollo…jaja.

¿Cuál es el “devenir Magallanes” hoy, más allá del personaje central de tu unipersonal?
C.P.: Magallanes.0 es un viaje hacia el alma de un hombre, que nos guste o no, cambió una mirada del mundo. Es verdad, por lo que se sabe, que aquel viaje tenía intenciones económicas y un querer seguir sosteniendo un sistema monárquico. Pero ese hombre además de tener una gran ambición, era un marino, un científico y un apasionado por descubrir. La obra plantea, una hipotética situación en donde Magallanes queda detenido en el tiempo en el preciso instante que fue muerto por el cacique Lapu Lapu y hace quinientos años se pregunta incesantemente por qué está ahí, por qué no tiene hambre, ni sed, por qué no muere…un sinfín de preguntas.
Es una obra metafísica. Él está en una especie de limbo para poder descubrir en su interior el horror qué hizo al aniquilar civilizaciones en pos de agrandar el mundo. Es un espectáculo que reflexiona sobre la conquista, si es necesario arrasar tierras, culturas, personas. El aceptar lo diferente no como un slogan sino como algo profundo. Lo diferente nos hace peligrar lo propio. Es una declaración de principios de temas como la patria, la igualdad, la diversidad. No se habla de Magallanes como una figurita de Billiken.

Siempre apostás a direcciones sensibles y tu entrega es total, ¿cómo fue el proceso de construcción del personaje junto a Merceditas Elordi?
C.P.: Fue un proceso muy alentador. Merceditas es una directora sensible y contundente al mismo tiempo. Me dio la posibilidad de jugar para descubrir qué Magallanes quería mostrar, siempre respetando el texto original, haciendo algunas pequeñas modificaciones poniendo el foco en nuestra mirada latinoamericana. Fueron casi cinco meses de ensayos en donde era muy placentero probar diferentes posibilidades y ver cómo se iba vislumbrando la obra. En ese sentido la pandemia nos dio tiempo para jugar. Al ser un unipersonal hicimos los ensayos en forma presencial con muchísimos cuidados (ventanas abiertas, distancia, etc) En medio de tanta incertidumbre tener entre manos un juguete como Magallanes fue muy esperanzador.

Sos uno de los actores que más interactúa con el público, por eso te decía de tu entrega total. ¿Qué resonancias recibiste de Magallanes?
En general la gente que ve el espectáculo, sale con inquietudes de saber más sobre esta hazaña. Entra en el juego rápidamente y como en la propuesta se maneja muchas energías hace que el espectáculo sea ágil, dinámico y profundo.
Magallanes.0 se presenta los sábados de agosto a las 20.30 h en el Teatro Payró, San Martín 766 (CABA). Entradas por Alternativa Teatral

Causa David Ramallo, trabajador de la Línea 60

15.8.2021

Familiares y compañeros de David Ramallo, trabajador de la Línea 60 fallecido por un asesinato laboral en 2016, repudiaron la propuesta de resolución de la causa del fiscal Marcelo Retes que pide el sobreseimiento de los responsables. “El fiscal pretende responsabilizar a David como causante de su propia muerte sin ningún fundamento técnico y sin tener en cuenta las pericias realizadas por PFA, la CNRT y por nuestro perito, el Ingeniero Castro”, denunciaron.

Compartimos comunicado:
Los trabajadores y familiares, junto a CORREPI que lleva la causa, contestamos por escrito argumentando técnicamente cuáles fueron las fallas que provocaron la muerte de David. Probamos que antes de su muerte con el cuerpo de delegados de la 60 ya habíamos denunciado que las condiciones de trabajo no eran seguras y que la cabecera de Barracas estaba funcionando sin habilitación. Demostramos también que las medidas de seguridad que hubieran evitado la muerte de David siguen fallando hoy: el martes pasado un colectivo que estaba siendo arreglado en la cabecera de Maschwitz se desplazó quedando suspendido sobre la fosa. Por pura casualidad no lamentamos otra víctima fatal.
Esto prueba que la muerte de David pudo haberse evitado con las medidas de seguridad adecuadas. Por eso repudiamos el accionar del fiscal y exigimos juicio y castigo a los responsables. También pedimos al Juez Manuel Gorostiaga, titular del Juzgado Criminal y Correccional N° 2, que rechace la petición de sobreseimiento por prematura e infundada y reasuma la instrucción de las actuaciones, teniendo en cuenta las pericias de la PFA, la CNRT y la parte querellante.

Buscando al Capitán Pelusa: Santa Maradona

12.8.2021

Por Jorge Hardmeier.

Barrio de La Paternal, cuna futbolística de Diego Maradona. Visitamos el santuario, recorrimos las calles que rodean la cancha, hablamos con el fotógrafo cazadiegos Jorge Boido y nos emocionamos. Existencialismo maradoneano.

Con un par de lienzos crotos, esperando por el bondi de Fiorito a Paternal
Las pisadas, las rabonas, son los chiches que los viejos no te podían regalar
Y en la villa se juntaban los pendejos para verte gambetear.
(La Guardia Hereje, “Para verte gambetear”)

Fines de julio de un 2021 en el cual la pandemia parece amainar. Me abrigo, por el clima y por mi destino: el santuario de Diego Maradona en la cancha de Argentinos Juniors, esa en la cual, a los dieciséis años, comenzó a demostrar las destrezas que lo catapultaron a ser el mejor jugador de fútbol de la historia. Tomo el colectivo 44. Los barbijos ocultan media cara de las personas. Pienso, nervioso, que también nací en Fiorito, a unas quince o veinte cuadras de donde vivía Diego en su infancia con Don Diego, Doña Tota y sus hermanxs.
En el transcurso del viaje, sentado, repaso las preguntas que le voy a realizar a Jorge Boido, esa especie de fotógrafo cazador de murales maradoneanos. Tengo las preguntas garabateadas en un cuaderno de tapas rojas. El color del Bicho, pienso. Plaza Irlanda. Avenida Gaona. Asocio con un tema de Los visitantes: Conducida por el intestino de Gaona / Pasando por todos mis hogares /Que me abandonan. Lo vi a Diego jugando en el Boca del 81, ese que también contaba en su plantel con Brindisi, el Pichi Escudero, Ruggeri, Perotti. No sé si estar feliz por haber presenciado algunos de esos partidos o entristecerme por el paso de los años. El colectivo cruza Juan B. Justo. Se me acumulan lágrimas en los ojos; de hecho lloro cada vez que veo algún video o foto de Diego luego de su muerte. Porque se murió, no jodamos, ya no está, eso es inmodificable más allá que tratemos de aliviarnos con eso de que está en el cielo y todas esas frases para tranquilizar nuestro dolor y nuestras conciencias. Bajo en Donato Álvarez y San Blas. Ya estoy en La Paternal, uno de los barrios de Dios.

Por esas calles caminó Diego de purrete, pienso. Un cigarrillo. Siento una magia que seguramente autogenero y no comparte el resto de lxs peatonxs que deambulan en el barrio, en sus tareas cotidianas. Camino por San Blas. La Paternal conserva todas las características del barrio aún no acuciado por las vampirescas especulaciones inmobiliarias. Cuestión de tiempo, tal vez. Es un día soleado. Cruzo, siempre caminando por San Blas, cuatro calles cuyos nombres remiten a seres o hechos desconocidos, ¿quién decide el nombre de las calles? ¿Quién o qué fue Terrero, una de las calles que cruzo mientras fumo otro pucho? Finalmente me acerco a mi destino. Boyacá y San Blas.
Las pintadas con la figura de Diego, el Pelusa, comienzan a sucederse. Media cuadra antes ya detecto cierta sonrisa y la figura de un pibe haciendo jueguito con la pelota. Las letras pintadas sobre la fachada rezan: “El amor de un país. Orgullo de un barrio”. Los carteles de la Avenida Boyacá, esos que señalan nombre y numeración, han sido prolijamente intervenidos: ahora es Diego Armando Maradona. Paro y observo. ¿Dónde hay un kiosco? El muro del estadio de Argentinos que da hacia esa avenida que en algún momento dejará de llamarse Boyacá presenta una serie de murales de una calidad de ilustración superlativa. Me detengo, antes de llegar a la esquina, en principio para encender otro cigarrillo, luego para extender la emoción del instante y también para investigar, en el teléfono celular, qué o quién fue Boyacá: una batalla que selló la independencia de la actual Colombia.
La Paternal se transforma en un microcosmos, en una suerte de ecosistema maradoneano. Busco a Jorge Boido, el cazador que fotografía murales de Diego. El Cazadiegos. Por Boyacá circulan muchos autos. Aturden. Es mediodía, como cuando Diego jugaba en el Mundial ’86 lo que valió un reclamo de su parte; calor y altura y reclamo a la FIFA. Camino y detecto a Jorge, a quien conocía solo por fotos, bien abrigado y calzando un gorro y una bufanda que delatan su amor por San Lorenzo. Pienso, nuevamente: el Cazadiegos. Nos damos la mano y vamos hacia el Santuario ubicado sobre esa avenida que alguna vez dejará de llamarse Boyacá. Trago saliva. No debo llorar, no tengo que llorar. El santuario: un lugar pequeño, con bancos de misa, y malla de redes en las paredes que albergan: fotos de Diego, camisetas, pelotas, objetos diversos, regalos, ofrendas. En una de las paredes una sucesión de fotografías dan testimonio de su segundo gol a los ingleses en el Mundial 86.

Yo estaba de viaje de egresados en Bariloche, pienso, ya era grande. ¡Que quilombo ese día! El zumbido de los autos invade desde la avenida. Detrás de un altar cubierto de rosarios, estampitas y otros íconos, un Diego pintado en la pared por Maxi Bagnasco. La figura de Pelusa está rodeada por un aura de santo. Un muchacho custodia silenciosamente el lugar. Jorge Boido me lo presenta: es ahijado de Diego. Le pregunto su nombre: Diego, me responde y, siempre en modo silencioso, se encamina a uno de los lados del santuario y me señala una foto en blanco y negro donde está Maradona y me dice: el de al lado soy yo. Hablamos con Jorge. Se refiere con amor sobre Diego, el Pelusa. En algún momento nos emocionamos o eso marca mi recuerdo de esa tarde. Lloriqueamos.
Jorge, el cazador de murales de Maradona con su cámara, el Cazadiegos, me cuenta que él estuvo en la cancha en ocasión del debut de Diego Armando Maradona en la Selección Nacional pero que se dio cuenta hace apenas unos pocos años. No logro entender. Miro hacia Boyacá. Hay sol, mucho sol, estoy rodeado de Diegos, se me hace un nudo en la garganta. Diego, el ahijado, me pregunta si necesito que no deje entrar a nadie por la nota. No, no, le respondo para nada, todo bien. Dudo si ponerme o no los lentes de sol. El ruido de los autos que circulan por Boyacá aturde. Diego, me explica Jorge, debutó en 1977 en la selección de Menotti, era una serie de tres partidos contra países socialistas: Hungría, Polonia y la extinta República Democrática Alemana. Tres partidos en plena dictadura contra países del eje comunista. Boido concurre con amigos a ver el partido. Un cigarrillo, por favor.

Recuerdo que, de niño, vi esa foto blanco y negro de Diego en el diario Clarín. Debut en la selección mayor. Passarella, Gatti, Carrascosa, Ardiles. Un negrito con una cabellera llena de rulos, diecisiete años. Odio que Menotti lo haya dejado afuera del Mundial 78. Pero Diego lo quería al César, pienso. Boido me sigue narrando: Diego entró por Luque en el partido contra Hungría. 5 a 1. Y fue en la cancha de Boca. Donde cuatro años después lo vi desparramando rivales y haciendo goles, pienso. Sí, ese fue su debut en la Selección. Coincidimos con Jorge: si todos los que dicen haber estado en esa jornada hubieran estado realmente en la cancha, no alcanzarían cinco Bomboneras. Pero Jorge lo vio y se dio cuenta hace escaso tiempo, charlando con amigos. A mí no me pareció nada diferente, me dice.
Salimos del santuario con Jorge y Juan, el fotógrafo. Sobre Boyacá las imágenes de diversos Diegos son deslumbrantes. Se respetó una pintada: la que hace referencia a los Derechos Humanos. El resto es obra de Marley. Marley son dos personas: Víctor y Leo. Habitantes de Las Achiras, un barrio de La Matanza. Vamos por Boyacá hacia San Blas.

La gente del barrio saluda a Boido: ¡Jorgito! Marley, en palabras del Cazadiegos, “tiene un nivel de producción impresionante. Uno de esos artistas de los sectores populares que es, justamente, autodidacta. Son unos fenómenos. El padre de este pibe era pintor. Y él, desde siempre, hacia caricaturas y hacía dibujos. Arrancan por la caricatura y después derivan hacia el dibujo, en la primaria. El pibe es Víctor y el ayudante es Leo.
Marley Graffitis son Víctor y Leo. Es el nombre de ellos dos, son amigos desde la primaria y en todas las vueltas de la vida anduvieron juntos. Víctor es el que, generalmente, dibuja y Leo es el que le prepara los colores. La técnica de ellos para dibujar es la cuadrícula y después trasladan el dibujo a partir de la cuadrícula. Las técnicas para armar murales son múltiples: está el tema de la cuadricula, el tema del proyector que proyectan y dibujan sobre la imagen que aparece y hay algunos – el salto de la tecnología – que utilizan una aplicación del celular”. Nos detenemos en la esquina de Boyacá y San Blas. Jorge señala la imagen y me indica que me detenga en el gorro de un Diego ya a punto de cumplir los sesenta años. Partido en homenaje al periodista fallecido Sergio Gendler. El gorro rojo lleva dos escudos: el de Argentinos Juniors y el del Partido Justicialista. Caminamos por San Blas: en el muro está la pintada de Diego con Dalma y las margaritas. Una foto de 1989 con Pelusa sentado sobre la pelota y su hija colocándole flores entre las medias a su padre. Fumo un cigarrillo. Boido me cuenta que los murales de Diego no son vandalizados, generalmente. Respeto absoluto. Hay una triste excepción: las pintadas del grupo de Pichetto en La Matanza sobre diversas figuras de Diego. Pero, claro, lxs pibxs del barrio lo volvieron a pintar. Corazón de arrabal. Pecho inflado.
Seguimos transitando San Blas. La gente saluda a Jorge que me comenta otro caso, de los pocos que hay, en el cual un mural de Diego fue maliciosamente intervenido: Yerbal, a la altura de Primera Junta. Pleno Caballito y alguien escribió “corrupto” sobre la imagen de Diego. “Podrían haberle puesto drogón, lo debatimos, pero ¿corrupto? Esa palabra los define a ellos”. Claro, porque Diego interpela. En Caballito hay mucho biempensante aspiracionista. Doblamos por Gavilán. “Los jugadores antes entraban al estadio por Boyacá”, me aclara Boido, “ahora entran por acá”. Hay Diegos por todas partes. Recuerdo la gente que cazaba Pokemones con su celular. Jorge hace eso mismo pero con su cámara, en un laburo de amor y absolutamente personal. Su aplicación es la pasión y el deseo.
Ya caminamos por Juan Agustín García. Hay un mural del Diego abrazado al Checho Batista, en ocasión de la última vez que Pelusa estuvo en esta cancha. Le pregunto a Jorge, con algo de pudor, cómo hace para ingresar a ciertos barrios o ámbitos complicados. “Diego habilita”, me dice, “voy con la cámara y hablo con lxs pibxs y te habilitan”. Nos despedimos.

Estamos con Juan en Juan Agustín García y Boyacá. Admiramos los murales, nuevamente. Busquemos una parrilla. Observamos la geografía de La Paternal, calles que caminó Diego, el Pelusa, el mejor futbolista de la historia, el emblema de los humildes, el del gol a los ingleses, el pibito de Fiorito que levantó una copa del mundo. En Boyacá y Remedios de Escalada de San Martín hay una plaza y, frente a ella, una parrilla al paso. Es un día de sol.
Dos choripanes y una botella de tinto.
Diego habilita.

Chocobar mató “sin necesidad”, según los fundamentos de los jueces que lo condenaron

12.8.2021

Pese a que el policía recibió una pena de sólo dos años en suspenso, los jueces afirman que fue “innecesario y desproporcionado” el disparo que provocó la muerte de Pablo Kukoc ya que no resultaba “peligroso para nadie”. Chocobar incumplió “la normativa nacional e internacional” sobre uso de armas policiales.

Los jueces Fernando Pisano, Jorge Apolo y Adolfo Calvete, miembros del Tribunal Oral de Menores 2 de la Ciudad de Buenos Aires, dieron a conocer en las últimas horas los fundamentos de la sentencia del 28 de mayo, cuando condenaron a dos años de prisión “en suspenso” al policía Luis Chocobar por el crimen por la espalda del joven de 18 años Pablo Kukoc, cometido el 8 de diciembre de 2017 en el barrio porteño de La Boca.
El TOM 2 consideró “innecesario y desproporcionado” el disparo final que provocó la muerte de Kukoc (que venía de participar de un violento asalto a un turista extranjero) ya que el joven no resultaba “peligroso para nadie”. Así, los jueces aseguran que el asesino incumplió “la normativa nacional e internacional” sobre el uso de arma, lo que se agrava siendo policía.
Pese al lobby realizado por Patricia Bullrich (con su ladero y abogado del criminal Fernando Soto) y demás referentes de la mano dura, los jueces no pudieron dejar de condenar a Chocobar (aunque con una pena casi simbólica por “homicidio agravado por el uso de arma de fuego cometido en exceso del cumplimiento de un deber”) y fundamentar su sentencia en el accionar objetivo del policía.
De hecho la mayor “condena” que le aplicaron al efectivo que actuaba en aquel momento para la Policía Local de Avellaneda, es la inhabilitación especial por cinco años para desempeñarse en funciones operativas con la utilización de armas de fuego. Es decir que lo consideran un tipo peligroso.
Según informó la agencia Télam, los jueces plasmaron sus fundamentos en 501 páginas. Allí, entre otras cosas, buscan justificar las intenciones de Chocobar aunque inevitablemente terminan concluyendo que actuó mal y por fuera de la ley.
Los jueces dicen que Chocobar, en su persecución a Kukoc, se identificó como policía, dio “la voz de alto” y disparó “en dos o tres oportunidades de forma intimidatoria al aire”. Luego “le efectuó otros disparos de manera directa, dos de los que impactaron en el frente de Irala 999, mientras que dos en el cuerpo del occiso, provocándole sendas heridas que, finalmente, tras dos intervenciones quirúrgicas, lo llevaron a la muerte cuatro días más tarde”.
“Resulta evidente”, dicen los jueces, que “al comienzo” el accionar de Chocobar “estuvo completamente justificado a tenor del marco legal que regula su actividad”, pero “en un preciso momento de la persecución, la actuación del policía acusado dejó de estar justificada para tornarse excesiva en extenso e intenso por resultar innecesaria y desproporcionada al legítimo fin primigeniamente propuesto”.¬
Así, para el Tribunal no se trató de un caso de “legítima defensa” como alegó en su defensa el abogado Soto, ya que “poquísimos segundos más tarde se apartó de la normativa permisiva al herir con su última salva a Kukoc cuando ya se encontraba a bastante distancia, sin armas a la vista, ni representar peligro alguno”.
“Chocobar no debió efectuar ese último disparo que impactó a Kukoc en su pierna izquierda cuando se alejaba corriendo sin resultar peligroso para nadie”, afirman los jueces. Y agregan que “no puede aceptarse la aprehensión de un sospechoso sacrificando el cumplimiento de la normativa nacional e internacional de aplicación obligatoria que razonablemente regula el oportuno uso de las armas de dotación asignadas al personal policial”.¬
Tal vez buscando quedar bien parados frente a Bullrich, Berni y quienes bancan a los “chocobares” desde las oficinas gubernamentales, los jueces Pisano, Apolo y Calvete concluyen que el policía “no tuvo intención de matar según lo demuestran el comprobado impacto de rebote en la región lumbar, la herida en la pierna izquierda de Kukoc y el haber cesado de inmediato sus disparos al verlo caer al suelo”.
Así, descartaron la hipótesis sostenida por la familia del joven asesinado respecto a que se trató de un homicidio agravado cometido en abuso de la función policial, un delito que prevé una pena de prisión perpetua. Hubiese sido demasiado para un fiel exponente de la Policía que el Estado viene formando, sosteniendo y encubriendo permanentemente.

Larreta denunciado por “fraude laboral”

11.8.2021

Por Néstor Espósito

Un sector del sindicado de los empleados municipales acusa al jefe de Gobierno porteño de evadir “la responsabilidad de tributar al sistema de Seguridad Social, Sindical y de Obra Social”.

El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, sumó una nueva causa judicial, en este caso por presunto “fraude laboral” cometido en la administración comunal por la situación de unos 25 mil empleados que facturan sus servicios como monotributistas.
El juez federal Sebastián Ramos quedó a cargo de una denuncia de un sector del sindicado de los empleados municipales que acusa al jefe de gobierno de ser el “responsable de una política de gobierno a través de la cual, y mediante el dictado de decretos y resoluciones, se evade la responsabilidad de tributar al sistema de Seguridad Social, Sindical y de Obra Social”.
En mayo pasado, el sector opositor del Sindicato de Municipales que encabeza Carlos Elías denunció a Rodríguez Larreta por “incumplimiento de deberes de funcionario público por evadir tributos a la AFIP y organizar un sistema de fraude laboral en el Estado local”.
La presentación argumentaba que “la Ciudad de Buenos Aries cuenta con un plantel de alrededor de 25.000 trabajadores que no se encuentran debidamente registrados y que han sido contratados bajo la ficción de ser personal que presta servicios de forma independiente”.
Esa modalidad de contratación –añadía la denuncia- hace que los empleados figuren “inscriptos en el régimen simplificado de Monotributo”, es decir que facturen por su trabajo, que es similar al que realizan otros empleados que gozan de la relación de dependencia laboral.
Según la fracción disidente del Sindicado de Municipales, la modalidad de contratación mediante facturación de servicios significa “un fraude a las leyes previsionales y laborales que permite la evasión de millones de pesos que no son incorporados al Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones, no otorgan la correspondiente cobertura de Obra Social y no permite participar libremente de las actividades gremiales”.
Sobre ese último punto, la denuncia añade que “las personas que cumplen tareas bajo estas condiciones precarizadas de empleo no tienen la posibilidad de afiliarse al sindicato, siendo presionadas con amenazas cuando intentan reclamar sus derechos”.
Pese a que la denuncia fue presentada hace más de dos meses, sólo ahora fue asignada al juez Ramos. Cuando la gremial de los municipales se presentó en tribunales, Ramos consideró que los delitos denunciados debían tramitar ante el fuero en lo Penal Económico y se desprendió del expediente, que recayó en el juzgado a cargo de Marcelo Aguinsky.
Allí quedó trabado un conflicto de competencia que acaba de resolver la Cámara Federal porteña, con un fallo unipersonal del juez Roberto Boico.
El fallo sostiene que decisión de Ramos de desprenderse de la causa es “prematura”, ya que “no se halla precedida de una investigación suficiente que permita conocer diversos aspectos del hecho denunciado, necesarios para un correcto planteamiento de la cuestión”.
“La ausente actividad instructoria orientada a conocer el alcance de los hechos denunciados y circunscribir así su objeto impide definir la contienda en el sentido pretendido por el declinante”, reprochó Boico.
Así, el expediente quedó radicado ante el juez Ramos, quien deberá iniciar formalmente la tramitación de la denuncia.

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