6.6.2021
Por Dani Mundo
Entrevista a Cecilia Troncoso, fundadora de la mítica milonga, que en esta pandemia se reinventó inaugurando una tienda virtual.
En un contexto global pandémico y en un país dependiente como el nuestro, muchas propuestas culturales fueron arrasadas, algunas desaparecieron, otras pudieron reciclarse y de algún modo adaptarse a las nuevas condiciones sociales y existenciales. El caso de Cecilia Troncoso, fundadora del mítico espacio La Viruta, uno de los primeros locales que resignificó el baile del tango a fines del pasado siglo, es paradigmático.
Cuando empezaste con La Viruta, ¿qué imaginabas que estabas haciendo?, ¿qué objetivos tenías?, ¿qué otras experiencias que recuperaran al tango desde una postura modernizadora había?
Cecilia Troncoso: Comenzamos en 1994, la idea era que gente joven como lo éramos nosotros en esa época sintiera que el tango era parte de su vida y no la de sus abuelos. Vivíamos el tango como algo muy actual, sensual, que relacionaba a la gente de una manera contundente.
Yo me enamoré del tango de una manera total y tenia 21 años, sentía que había descubierto mi lugar en una milonga, bailando con otros, otras. Esta sensación y vocación fue la que transmitíamos cuando creamos La Viruta. Invitábamos a entrar a ese mundo que hasta hoy en día en Argentina y en Buenos Aires no es de fácil acceso, ni masivo.
Mi objetivo, cuando la creamos, era tener un lugar para bailar nosotros y la gran cantidad de alumnos que teníamos. En esa época no había gente joven que organizara milongas y además no teníamos mucho lugar en las tradicionales. Veníamos de otros mundos más descontracturados como la danza contemporánea y la actuación. Siempre valoramos, buscamos, estudiamos e invitábamos a nuestros queridos milongueros, que habían vivido las épocas doradas del tango, bailarines con pisada profunda, compás y cadencia única. No teníamos idea que iba a suceder lo que ocurrió con el crecimiento gigante que tuvo La Viruta Tango Club y luego todas las milongas, bailarines, clases de tango que siguieron y se fueron sumando al mundo tango.
A fines de los 90 y principios del 2000 el tango no solo estalló en Buenos Aires si no en toda Argentina y en el mundo. Hay una inmensa comunidad tanguera en todo el planeta.
Como te contaba, no solo el tango bailado floreció y se expandió si no también músicos que creaban sus propias formaciones y orquestas, reeditaban los temas de los grandes maestros, que son únicos y también empezaron a componer sus propios temas y letras.
Sin ser un especialista en el tema, advierto que existió durante estos años algo así como un proceso de exportación del producto “tango”, tanto en el sentido de llevarlo al exterior como de atraer turistas que venían a nuestro país con el afán de conocerlo y de bailarlo. ¿Cómo ves o cómo viviste este proceso?
C.T.: Este estallido del tango en el mundo lo viví con mucha alegría, significó poder visibilizarlo en el mundo que explotó de milongas, bailarines y músicos de tango en los lugares más alejados de nuestra tierra y nuestra cultura. Generó muchísimo trabajo tanto acá como afuera. Al principio los maestros argentinos se diseminaron en el mundo y ya, luego, la gente de otros países se convirtió en expertos bailarines y músicos. Fue muy bueno para todos los que hacemos tango. Hay festivales muy grandes en todo el planeta.
También creció mucho el tango escénico, que es algo a lo que también me dedico. Buscamos e investigamos sobre el tango escénico actual, uno que se aleje del cliché for export y hable del tango en el siglo XXI. Es, sin dudas, una marca de nuestro país, ojalá los que gestionan las políticas culturales públicas y privadas se dieran cuenta. Hay muy poco apoyo al sector y esto quedó muy al descubierto con la pandemia.
La cultura en los países desarrollados está subsidiada porque es muy difícil maridar arte con negocio, no van de la mano. La cultura y el arte deben estar más respaldados por las políticas gubernamentales. El tango tendría que estar en todas las casas de los argentinos, puede gustarte o no, pero es una música muy extraordinaria para que no se conozca más masivamente.
Me imagino que la pandemia cambió todo el panorama, por motivos obvios. ¿Qué hiciste para sobrevivir?, ¿pudiste de alguna manera “reciclarte”, es decir adaptarte a estas nuevas condiciones de aislamiento?
C.T.: La pandemia al sector tango nos dejó ahogados, no hay manera de sobrevivir a este virus, el tango es abrazo, cuerpo a cuerpo. El baile social está prohibido por razones obvias. Durante la pandemia, junto con el director de arte y fotógrafo Patricio Vegezzi a quien conozco desde nuestra adolescencia, pudimos darle cauce a Fausta, que es la tienda que inauguramos de manera online el 13 de mayo de este año, estamos recién nacidos.
Siempre quise poder investigar en objetos tangibles en los que se pueda condensar la experiencia tango. Trabajamos todo el 2020 buscando e investigando en nuestros objetos, materiales nobles y de calidad, darle poesía y mística haciendo sustancia de la esencia tanguera. Estamos recién estrenados, con mucha energía y esperanza, nos gusta lo que hacemos y somos los primeros en enamorarnos de nuestros objetos.
Nosotros decimos: Fausta se manifiesta en objetos con cuerpo, y por sobre todo con alma. Hace sustancia de la esencia tanguera, con espíritu fausto, feliz, bienaventurado, radiante.
Es un viaje por el arte, la música y la poesía, intentando rescatar los tesoros enterrados por el tiempo para devolverlos reversionados al presente, agregándoles sensibilidad, funcionalidad y valor poético. Este camino recién empieza y tiene mucho potencial a descubrir, seguir investigando y creando. Esperamos poder abrazarnos pronto y que el tango vuelva a sus pistas.
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Cecilia Troncoso es una de las tantas personas y proyectos que esta pandemia golpeó de lleno. Los productos de Fausta se pueden ver en Facebook y en Instagram. Esperamos que el virus pase pronto y volver a abrazarnos en otra vuelta tanguera.