29.12.2020
Por Ramiro Giganti
En los últimos 20 años sucedieron tremendos episodios de muertes en conciertos y festivales en distintas partes del mundo. Algunos de ellos generaron movilizaciones que voltearon al gobierno. Algunos tuvieron decenas de muertes, incluso llegando a pasar el centenar de personas fallecidas. Pero muy pocos superaron la tremenda cifra de 194 muertes como sucediera en diciembre de 2004 en Buenos Aires. Un repaso por distintos episodios fatales, y tensiones entre el mercado y las expresiones juveniles, a horas de cumplirse un nuevo aniversario de la Masacre de Cromañón.
Mientras el mundo sobrelleva esta distópica actualidad en plena pandemia, sin conciertos presenciales y algunas empresas lucran patrocinando conciertos virtuales, el recuerdo de Cromañón, al igual que el conocimiento e información sobre otros episodios similares, pueden también ayudar a pensar la post pandemia. Un debate sobre el autocuidado, pero también sobre el cuidado colectivo resulta pertinente en todos los escenarios. Pero ese debate tiene que estar, principalmente, dirigido hacia quienes organizan y lucran con las reuniones de multitudes, algo muchas veces ausente. La sobreexplotación hacia artistas obligándoles a cumplir tareas para las que no se han preparado (organización, venta de entradas, seguridad, logística, etc.) con el fin de mantener alta la ganancia ha sido uno de los elementos que directa o indirectamente promovieron masacres.
Altamount y el primer “fin de la inocencia” (California, 1969)
En diciembre de 1969, 35 años antes de la Masacre de Cromañón, se desarrolló el Festival de Altamount en el estado de California. Tras las explosión de Woodstock algunos meses antes, Los Rolling Stones, que no habían sido parte, organizaron este festival junto a artistas como Santana, Jefferson Airplane, The Flying Burrito Brothers y Crosby, Still, Nash and Young, entre otros. Buscando autogestionar la seguridad para generar esa sensación de estar “fuera del sistema” la banda contrató al grupo Hells Angels para garantizarla. A medida que avanzaba el festival, más agitada se ponía la multitud y comenzaban los roces con el grupo de motociclistas, que ejerció un trato abusivo hacia el público. usaban sus motocicletas para controlar a la multitud, causando heridas a varios espectadores, también la violencia ejercida llegó a los músicos cuando Marty Balin de Jefferson Airplane fue noqueado en pleno escenario por un miembro de los Hells Angels. Luego, durante la presentación estelar de los Rolling Stones, se produjo el asesinato de Meredith Hunter, un joven afroamericano de 18 años, a manos de, Alan Passaro, miembro de los Hells Angels. Además del asesinato de Hunter hubo tres muertes accidentales (dos por accidentes automovilísticos y un ahogado en un canal). Los medios sentenciaron al festival al que calificaron como “el fin de la inocencia”. Quedó cerrada una era, probablemente iniciada con el festival de Monterrey en 1967 (ignorado por la serie “Rompan todo”) y también una década. “La muerte de la nación Woodstok”, como también se lo catalogó tuvo como evento representativo a este accidentado festival.
El negocio contra la autogestión: la comercialización de la rebeldía
Nunca más se desarrollaron festivales en Altamount, que fueron prohibidos luego de ese episodio. Sin embargo, este no fue el fin de las manifestaciones culturales, ni mucho menos de la autogestión de conciertos. Hacia la segunda mitad de la década del setenta el Punk revolucionó las ciudades de Londres y Nueva York y luego se diseminó por el mundo junto con la idea del “hágalo usted mismo”. Se formaron bandas y se autogestionaron pequeños conciertos, que a medida que iban creciendo en público, también creía el intento de cooptación pro el mercado y la represión por parte del estado. Recordado es el concierto de los Sex Pistols sobre un barco en el Río Támesis en junio de 1977, cuando la banda estaba prohibida en todo el Reino Unido y no podía tocar sobre tierra, evento que desembocó en represión pero que logró su objetivo de difundir un mensaje. Durante décadas se desarrollaron conciertos autogestionados, la gran mayoría sin incidentes.
Al Punk le sucederían otros subgéneros afines con la misma idea de realizar su música de manera independiente. Mientras algunas bandas realizaban sus primeras presentaciones en el CBGB neoyorquino (que hace algunos años fue arrasado por las políticas inmobiliarias el entonces alcalde Rudolph Giuliani, actualmente abogado de Donald Trump), en el Bronx la juventud afrodescendiente desarrollaba el Hip Hop con sus fiestas autogestionadas en distintos “guetos”. Al otro lado del Atlántico un movimiento similar se gestaría, principalmente en la ciudad portuaria de Bristol: el Tripo Hop, que se expandiría en los barrios populares con eventos en espacios públicos apropiados por la juventud. Muy similar es el House, un género de música electrónica, influenciado por el Hip Hop neoyorquino, desarrollado en Chicago y luego en ciudades europeas, donde se organizaban las “warehouse parties”, que eran fiestas en depósitos abandonados. Estos géneros llegaron a la Argentina pero importados por sectores de clase alta o media alta, en forma de moda, y sin esa esencia popular, que sí está presente en géneros más “autóctonos”, como la murga, la cumbia villera, o el “rock barrial”, o en la autogestión de peñas folclóricas o milongas populares.
Durante años la represión hacia estos eventos estuvo más vinculada a títulos de propiedad y reapropiación de espacios que por el cuidado de sus concurrentes. Paralelamente la juventud se hacinaba en numerosos eventos comerciales, ya sean boliches de moda, conciertos de artistas consagrados o contiendas deportivas, todas ellas regidas por la lógica de la ganancia.
Pero no todo fue puro o binario. El mercado fue por dichas expresiones: el Punk se volvió New Wave, el hip hop generó figuras comerciales y hasta aportó rostros a la marca de la pipa, la música House pasó de los almacenes y depósitos a enormes eventos comerciales como las Creamfields o las Time Warp, cuyo nombre ya nos trae una relación directa con Cromañon en Buenos Aires.
Un fenómeno que muestra todo este proceso de manera más acelerada, pero con sus luchas internas es el desarrollado a principios de los años 90 con la irrupción de un conjunto de bandas, la mayoría de la ciudad de Seattle, que a partir del masivo éxito de Nirvana y otras bandas, llamó la atención del mundo y los colmillos empresarios para convertir la rebeldía en moda.
Mientras esto sucedía, el 20 de diciembre de 1993, en Argentina, 17 jóvenes morían en el boliche Kheyvis, ubicado en la localidad de Olivos, en el Partido de Vicente López, en la zona norte bonaerense. Las muertes se dieron por un incendio durante una fiesta de egresados del colegio La Salle. Se cree que el origen fue el incendio de un sillón u otro inmueble pero no hubo personas acusadas de originarlo. Se comprobó que esa noche había 600 personas pese a que el boliche solo tenía capacidad para 150.
En 1994 tras la muerte de Kurt Cobain, otra conocida banda de Seattle, Peral Jam, iniciaría una guerra contra la monopólica empresa Ticketmaster, primero con acciones legales argumentando que la empresa inflaba el precio de las entradas en perjuicio del público y después la lucha siguió en los territorios, lo que le generó a la banda una baja en sus presentaciones en vivo en aquellos años, ante el enorme desafío de organizar recitales que convocaban a decenas de miles. Pero el conflicto venía de antes: Pearl Jam había organizado en el año 1992, un recital gratuito conmemorando el día del trabajador, y la empresa demandó a la banda, luego hubieron roces cuando al año siguiente la banda quiso poner como tope el precio de 18 dólares pro entrada (que la empresa vendía a precios mayores). Para finales de 1994 la banda lanzó una gira en la que solo se presentaría en estadios que no estén controlados por la monopólica empresa, lo cual generó una baja en los conciertos ya que esta controlaba a más del 90%. Llamaron a un boicot a la empresa, pero pocos artistas se sumaron. A las dificultades de la gestión, se sumaron los, probablemente, ataques pseudo mafiosos por parte de la empresa, como la impresión de miles de entradas falsas para sus conciertos.
La banda de a poco fue reactivando sus giras con empresas más chicas, pero años después las entradas siguieron subiendo sus costos. Para muchos fue una derrota, ya que el sistema sigue siendo perverso, para otros fue la primer semilla de lucha, ya que si bien la banda fue poco acompañada por otras en un principio, luego hubo quienes se animaron a tomar acciones legales. El tiempo fue diluyendo el conflicto, tanto la banda como la empresa siguieron su actividad. Pero, años después Pearl Jam pasaría el peor momento de su historia, y no sería precisamente en un concierto autogestionado.
Pearl Jam y la tragedia de Roskilde (Dinamarca, 2000)
Altamount podrá haber significado para muchos el fin de una era, pero no fue el fin de dichos festivales. En Europa, no solo continuaron hasta la actualidad (ahora afectados por la pandemia) festivales como el de Isle of Wight, en Inglaterra, sino que se desarrollaron otros en distintos puntos del viejo continente. Uno de ellos es el de Roskilde, una ciudad cercana a Copenhague, en la isla Zealand, Dinamarca. Iniciado en 1971, con el nombre de Sound Festival, el evento se fue convirtiendo en uno de los más importantes de Europa. Por ese festival, pasaron durante las últimas décadas del siglo XX artistas como The Kinks, David Bowie, Bob Dylan, Ray Charles, Peter Gabriel, Nirvana, Aerosmith, por solo mencionar a algunos.
La noche del 30 de junio del 2000, Pearl Jam era parte del line up como principal número de esa jornada en Roskilde. En el Orange Stage se desarrolla su show con cerca de 50 mil espectadores y un ambiente cargado de energía, emoción y entusiasmo en medio de un día lluvioso y con poca visibilidad.
Durante las últimas canciones de la presentación de la banda, un organizador le avisó a Eddie Vedder, cantante de Peral Jam, que algo había pasado y tenían que parar la presentación. Debido a esto, el vocalista solicitó a los asistentes más cercanos al escenario que retrocedieran un poco y que dejasen de empujar hacia adelante. Sin embargo, esto ya era inútil. Alrededor de 30 personas heridas y 9 muertos fueron encontrados tras ser aplastados entre la multitud.
Esta historia fue documentada por el periodista danés Herik Tuxen, que estuvo presente en el festival, y entrevistó a testigos y la propia banda, para luego publicar el libro I Pearl Jams Fodspor – Før, Under Og Efter Roskilde (Tras la huella de Pearl Jam), el único libro biográfico autorizado por el grupo, cuya publicación original es en danés.
La banda estuvo al borde de la disolución. A pesar de no haber sido parte de la organización sintió la responsabilidad por haber sucedido todo durante su actuación. El reflejo fue acercarse a familiares de las víctimas, acompañarles en los funerales y asistirles.
La canción “Love Boat Captain” está inspirada en ese triste episodio. Cuando la banda visitó Argentina por primera vez en el año 2005, dedicó la interpretación de esa canción a las víctimas y sobrevivientes de la Masacre de Cromañón.
Great White y el incendio del Station Club en Rhode Island (Estados Unidos, 2003)
Eran aproximadamente a las once de la noche del 20 de febrero de 2003, en West Warwick, una ciudad industrial de Rhode Island, al sur de Boston. En The Station, un pequeño club nocturno, una veterana banda de rock llamada Great White inició la primera canción; tras el escenario se encendieron varias bengalas, habituales en los conciertos del grupo. En cuestión de segundos, las chispas prendieron el material aislante de la pared. En menos de tres minutos, The Station era un infierno.
La Banda Great White, tuvo éxito a finales de los años 80, y continúo durante la década del 90 realizando giras, manteniendo un público que seguía a la banda. En el año 2001 la banda se disolvió pero su fundador y vocalista volvió a anunciar una gira para el año 2003 bajo el nombre Jack Russell’s Great White.
El propio Jack Russell había salido a la calle a vender entradas para ese concierto el día previo, ya que no se habían agotado las 400 entradas para llenar el lugar. 100 personas murieron y aproximadamente otras 200 resultaron heridas. Luego la banda realizó una gira para recaudar fondos para asistir a las víctimas aunque en muchos casos la ayuda fue rechazada entre denuncias de especulación para utilizar ese evento como estrategia de marketing.
En Rhode Island no fue acusado ningún político ni funcionario público, pero la catástrofe provocó un giro enorme en la legislación estatal, lo cual significó un reconocimiento de que la legislación anterior no era la pertinente. El Ejecutivo de ese estado norteamericano convocó a una comisión que estableció nuevas pautas, incluyendo la obligación de poner extintores automáticos en los locales nocturnos, que disparan chorros de agua de inmediato cuando registran cambios en la temperatura.
Hubo quienes utilizaron este episodios para borrar las responsabilidades políticas en relación a Cromañón, sin embargo quienes hicieron eso omitieron menciones a otros episodios donde sí se denunciaron responsabilidades políticas con repercusiones mayores a las generadas luego de la Masacre de Cromañón.
Incendio del Club Wuwang (China, 2008)
El 21 de septiembre, justo antes de la medianoche, se produjo un incendio en el «King of the Dancers Club», en Shenzhen , Guangdong , República Popular China. Allí murieron 43 personas y otras 88 resultaron heridas.
El fuego se inició con un truco de exhibición de piso que involucró pirotecnia que encendió el techo, sumergiendo el club en la oscuridad y causando que los asistentes al club entraran en pánico y corrieran en estampida hacia las salidas. Las ventanas estaban tapiadas y solo había una salida con una señal de salida iluminada. Había 308 personas presentes en el club. La mayoría de las muertes fueron causadas por el aplastamiento ante la desesperación por salir. Entre las víctimas se encontraban 5 personas de Hong Kong, un hombre de 40 años que trabajaba en China continental y cuatro jóvenes de 18 años; el último grupo estaba celebrando el cumpleaños de uno de sus compañeros. El club nocturno funcionaba sin licencia de construcción.
13 personas fueron detenidas, entre ellas Wang Jing, presidenta del club, Zhang Wei, exmarido de Wang y cofundador del club, y otras cuatro del grupo de gestión del club, fueron acusadas de negligencia y violación de las reglas de seguridad.
El incendio en el Santika Club (Tailandia, 2009)
Este episodio se produjo el 1 de enero, durante los festejos por el año nuevo en un boliche en la capital tailandesa Bangkok. Murieron 66 personas y otras 222 resultaron heridas.
Hay testimonios cruzados sobre el origen del incendio. Si bien se apuntó desde un principio a que fue causado por pirotecnia, e incluso así lo señalaron las sentencias, hubo testigos que afirmaron que fue por chispados generados por la iluminación.
Entre el año 2011 y el 2015 se fueron conociendo las sentencias a distintas personas acusadas como responsables, principalmente al dueño del boliche: Wisuk Setsawat, que recibió distintas condenas, por negligencia, evasión impositiva y otras. También fue sancionado Boonchu Laorinath, responsable de la pirotécnica a 3 años de prisión y una multa económica hacia las víctimas.
El incendio en el boliche “Khromaya Loshad” (Rusia, 2009)
Este incendio sucedió en diciembre del 2009, en la ciudad de Perm (también llamada Molotov entre 1940 y 1957) en el Distrito Federal Volga, en el boliche Khromaya Loshad (Хромая лошадь). El incendio fue ocasionado por pirotécnica mientras había más de 300 personas en el lugar. Un total de 156 personas murieron (55 de ellas luego en hospitales) y otras 78 resultaron heridas.
Circularon rumores, de que pudo haber sido un atentado terrorista, pero luego fueron desmentidos pro autoridades Uno de los dueños del boliche, Anatoly Zak, fue detenido al día siguiente por la policía rusa y juzgado, luego de haber escapado de la ciudad y querer abandonar el país con un pasaporte israelí en el Aeropuerto Internacional de Koltsovo. El 7 de diciembre fue detenida la directora ejecutiva Svetlana Yefremova, y el director artístico Oleg Fetkulov. Sergei Derbenyov, director de la empresa de pirotecnia proveedora fue acusado por negligencia. Otro de los acusados fue Alexandr Titlyanov, dueño del 85% de las utilidades de club, quien estaba presente en el evento y sufrio graves lesiones, murió al poco tiempo sin podes ser juzgado, siendo una de las 156 víctimas.
El veredicto de los juicios se conoció en mayo de 2012, con penas de entre 4 y 6 años y multas económicas.
La masacre en la discoteca Kiss (Brasil, 2013)
El incendio en este boliche del estado de Rio Grande Do Sul, fue de los pocos que superan en víctimas al de Cromañon. También fue una de las más vergonzosas por la impunidad que sigue presente. Solo se condenó a dos bomberos, cuando fue probada la falta de matafuegos, que habían sido removidos por orden de los dueños del boliche por “cuestiones estéticas”. Los dueños y algunos artistas fueron detenidos pero sus condenas fueron excarcelables.
Actualmente no hay responsables detenidos y gran parte de las victimas (sobrevivientes y familiares de fallecidos) se encuentran desamparadas por las autoridades.
Al menos 242 personas murieron y otras 120 resultaron heridas.
Incendio de la discoteca Colectiv (Rumania, 2015)
Este es el episodio con mayores consecuencias políticas ya que fue el que disparó a renuncia del Primer Ministro junto a todo su gabinete, tras las masivas manifestaciones de la población denunciando la corrupción en el país, los días siguientes al incendio.
El 30 de octubre de 2015, el grupo rumano de Rock pesado Goodbye to Gravity presentó su nuevo material en el boliche Colevtiv. La banda tenía preparado un espectáculo con fuegos artificiales y luces. Como parte del espectáculo, la banda actuó con fuegos artificiales con el consecuente accidente puesto que el local estaba revestido con espuma de poliuretano, material altamente inflamable utilizado para absorber el ruido acústico, razón por la que el fuego se propagó rápidamente. La mayoría de las muertes se dieron por intoxicación, algo parecido a lo ocurrido en Cromañón. Los miembros de la banda: Vlad Țelea y Mihai Alexandru (guitarristas) al igual que Bogdan Lavinius (batería) y Alex Pascu (bajo) fallecieron, mientras que Andrei Găluț (vocalista), fue hospitalizado por quemaduras siendo el único superviviente de la banda.
Hubo un total de 60 personas fallecidas y 151 heridas.
El 2 de noviembre el principal propietario y cofundador de la discoteca, Alin George Anastasescu junto con dos asociados, Costin Mincu y Paul Cătălin Gancea fueron arrestados bajo cargos de homicidio negligente, lesiones y destrucción negligente.
En 2019, se conocieron las condenas. La dueña de la empresa a cargo del espectáculo de fuegos artificiales que provocó el incendio en el club Colectiv, situado en un sótano, fue sentenciada a doce años y ocho meses de prisión. Los tres propietarios del boliche recibieron penas de once años y ocho meses cada uno por su responsabilidad en las deficiencias de seguridad del local. Los jueces también sentenciaron al alcalde del Sector 4 de Bucarest, Cristian Popescu Piedone, a ocho años y medio de prisión, al considerar que era la máxima autoridad para otorgar el permiso de funcionamiento de la discoteca. Los funcionarios que habían inspeccionado previamente el recinto, fueron condenados a 9 años y 2 meses, por haber dado su luz verde a pesar de que no reunía los estándares requeridos por la ley. Dos expertos en fuegos artificiales que trabajaron en el espectáculo han recibido penas de diez años al término del juicio, que comenzó en septiembre de 2017. Además, el tribunal ha ordenado a las instituciones responsables de negligencia en este caso una indemnización de 50 millones de euros a los supervivientes y las familias de las víctimas mortales.
El caso Rumano, con sus posteriores condenas, tiene un elemento fundamental: las movilizaciones. Bajo la consigna “la corrupción mata” numerosas manifestaciones se desarrollaron pidiendo justicia.
Antes y después: ¿lecciones aprendidas?
Cromañón tuvo sus avisos previos en Argentina. También tuvo otras muertes por cuestiones similares, ya sea la Masacre de Once, como otros eventos vinculados a la música y el maltrato a la juventud.
No fueron mencionados, por una cuestión de extensión los numerosos casos de muertes o graves lesiones de jóvenes al recibir golpizas por parte de «patovicas» en boliches, que se dieron tanto antes como después de Cromañón. Estas prácticas represivas hacia la juventud también tuvieron casos de muerte por violencia policial en el Rock, como lo fueron los asesinatos de Walter Bulacio, Ismael Sosa o Rubén Carballo, por solo recordar tres casos.
Las 17 muertes por el incendio en la discoteca Kheyvis, debió haber sido un aviso para mejorar las medidas y dejar de condenar a la juventud al hacinamiento solo por querer incrementar el lucro, pero no lo fue. Las 5 muertes durante el festival “Time Warp” en Costa Salguero, fueron otro caso de impunidad para ocultar responsabilidades políticas, cuyo usufructo de los terrenos pertenece a personas vinculadas al Gobierno de la Ciudad, que actualmente intenta apurar negociados inmobiliarios saturando aún más el acceso al espacio público.
Otro caso que se perdió en la memoria sin condenar a sus responsables políticos fue el ocurrido en 2017 durante la presentación del Indio Solari en Olavarría, allí murieron dos personas, muchas quedaron incomunicadas y extraviadas por la falta de condiciones logísticas. Ni el intendente de dicha cuidad, que había hecho publicidad con el evento, ni la entonces gobernadora de la provincia María Eugenia Vidal, ni el ministro de seguridad de la provincia Cristian Ritondo fueron juzgados. Mucho menos las autoridades nacionales, como Patricia Bullrich o Mauricio Macri. Desde los medios hegemónicos se atacó al Rock, se demonizó a los jóvenes por sus consumos, se desinformó y se protegió a las autoridades políticas.