19.12.2020
El espacio que funciona en el centro geográfico de la Ciudad fue reabierto en noviembre, y el Gobierno porteño decidió hacer convenios con productoras para que presenten los espectáculos cobrando entradas. El anfiteatro históricamente fue gratuito y permitía que un público amplio de la ciudad y del gran buenos aires pueda disfrutar espectáculos de primer nivel sin pagar entradas siderales.
El Gobierno de Larreta, a través de su Ministro de Cultura Enrique Avogadro, está utilizando la cuarentena de la Pandemia para terminar de un golpe con la gratuidad de este espacio.
Una conquista histórica de profundo carácter social, de los diferentes actores, desde los usuarios a los artistas de todos los géneros hasta los mismos trabajadores. La modalidad de este espacio desde su fundación en los comienzos del proceso democrático es el acceso libre y gratuito por orden de llegada hasta colmar su capacidad. Con el pago correspondiente a los artistas a través del presupuesto público.
Ahora, el gobierno realiza las funciones con cobro de entradas a través del sistema Ticketet, con productoras privadas, elegidas por el ministerio entre decenas de ellas sin que se haga público el criterio aplicado para tal selección, ni que se sepa cómo es el arreglo económico, de qué manera se distribuye la “ganancia” o qué relación tienen dichas productoras con los artistas que contratan o con sus propios empleados.
Hasta el momento la información pública está muy restringida. Son tres las productoras que se beneficiarían con esta modalidad propuesta por el Ministerio, conocidas en el medio con los nombres de Rock&Regaee (Groove y otros clubs), Niceto y Konex.
El espacio es el único en la Ciudad con estas características. Posee 1650 butacas al aire libre, equipamiento y personal especializado, con baños y accesos facilitados por estar ubicado en el centro geográfico de la ciudad, en un parque arbolado de más de 12 hectáreas. Un espacio privilegiado en medio de la pandemia, como se cansaron de advertir sus trabajadores para que el mismo fuera puesto “a punto” antes del comienzo de las actividades, reclamo desoído por las autoridades a cargo.
Del mismo modo que con los negocios inmobiliarios en Costa Salguero les impide a los porteños el acceso a “su” río, con el cobro de entrada le impide al público el acceso a “su” anfiteatro.
Desde su reapertura, los protocolos han ido sufriendo modificaciones con el correr de los días. El personal presento una adaptación de los oficiales al espacio concreto en el que desarrollan sus actividades en estos 34 años de existencia del anfiteatro.
Al inicio de la reanudación de actividades se permitía el ingreso de 100 personas que rápidamente aumento a 500 luego de algunas funciones, además se flexibilizó el tope de 90 minutos de duración máxima de cada función; todo esto a partir de que se comenzó a cobrar entrada, cuyos precios también subieron de 600 en las primeras funciones a 1000 pesos.
El vaciamiento progresivo que sufre desde hace años la Dirección General de Música de la Ciudad, sector del que depende formalmente el anfiteatro afectó la infraestructura y el moderno equipamiento que tuvo. Con su correlato en una creciente precarización del sector laboral con contratos fraudulentos que niegan la relación de dependencia. Contratos de locación de servicio de 22.950 pesos, que se encuentran por debajo de la línea de pobreza. Además, una carrera administrativa impuesta por encima de lo específico del trabajo esceno-técnico y artístico, en total complicidad con la dirección del sindicato Sutecba del eterno Amadeo Genta que cogobierna diferentes sectores y aspectos del estado.
La pandemia está siendo utilizada por el gobierno para avanzar sobre los derechos adquiridos de los trabajadores, empeorando aceleradamente el proceso de vaciamiento de este servicio público cultural y de las condiciones de trabajo de los profesionales y el conjunto del personal que lo han mantenido a través de todos los gobiernos, como un bien social.
El ajuste nacional intenta ser usado como un taparrabos que oculte el abandono real de todo el sector de la cultura independiente y el vaciamiento presupuestario al área de cultura estatal. El anfiteatro de Parque Centenario es uno de los pocos espacios culturales en condiciones de ser utilizado bajo los protocolos específicos del distanciamiento social y lo hace un escenario codiciado para los espectáculos en pandemia.
El Gobierno de la Ciudad y sus autoridades del Ministerio, en las figuras de Enrique Avogadro y Viviana Cantoni lo empujan hacia la gestión privada y así profundizan el desmantelamiento del servicio público cultural.
La pandemia golpeo fuerte sobre los sectores de la cultura ante la imposibilidad de shows presenciales, lo que aprovecho el gobierno para un negocio con productoras, mientras no tuvo, ni tiene ninguna política hacia los miles de artistas y trabajadores de la cultura abandonados por el estado.
El anfiteatro de Parque Centenario puede ser un espacio abierto para los artistas, donde el estado se haga cargo de los cachés, el público pueda acceder gratuitamente y donde sus trabajadores mantengan sus conquistas laborales, incluso dando trabajo a muchos de los trabajadores de la cultura echados a su suerte en medio de la pandemia y la crisis social y económica.
Por lo contrario, como varios ya conocen, para Larreta “donde hay una necesidad, hay un negocio”, en este caso con algunas medianas productoras del medio, también golpeadas por la crisis de la pandemia.
El interés común entre los artistas, los trabajadores del anfiteatro y el público usuario, es un punto de partida para que el anfiteatro de Parque Centenario sea un espacio cultural de carácter social y democrático, con la posibilidad de acceso a la juventud y a los vecinos de toda la ciudad.