14.12.2020
Por Julieta Azcárate
Sólo el 0,5 % de los estudiantes de las escuelas públicas participó del retorno a clases presenciales que estableció el gobierno porteño desde septiembre. Muchos establecimientos debieron cerrarse por contagios y por la falta de asistencia de los alumnos.
A partir del mes de septiembre, el gobierno porteño organizó las “burbujas educativas” para la vuelta a clases presenciales, a pesar del rechazo de las y los docentes, familias y sindicatos por ser una medida inconsulta. La ministra Acuña declaró hace algunas semanas que la asistencia a estas burbujas había sido “más que en épocas de clases normales”.
Sin embargo, los datos que arroja El Grito del Sur muestran lo contrario: sólo el 0,5 % de las y los estudiantes de las escuelas públicas de gestión estatal y privada de la Ciudad, participaron de las burbujas. Es decir, sólo 3.000 de 700.000 estudiantes.
Esto deja en evidencia el fracaso de la política de Acuña de imponer la reapertura de las escuelas porteñas, cuando en septiembre aún los casos de contagios y fallecimientos eran altos y no estaban garantizadas las condiciones mínimas de salud y prevención para los trabajadores ni para los estudiantes.
En el mes de octubre, a pocos días de la reapertura, se conocieron los primeros contagios (de personal auxiliar), por lo que se debieron cerrar las escuelas en cuestión, y quedó en evidencia la enorme exposición en la que se encontraban trabajadores, alumnos y familias. En total, a partir de la apertura en septiembre se conocieron cerca de 20 contagios.
Desde el gobierno difundieron con bombos y platillos la noticia de que en la Ciudad las escuelas volverían a abrir sus puertas; sin embargo, la comunidad educativa, los docentes junto a familias, se organizaron en asambleas y movilizaciones para frenarlo, por poner en riesgo sus vidas.
En las asambleas conjuntas las familias expresaban el miedo a que sus hijos se contagien, y la desconfianza hacia el gobierno que durante todo el año de la pandemia no proveyó a las escuelas de alcohol en gel, lavandina, barbijos ni máscaras durante la entrega quincenal de canastas alimentarias. De este modo, el resultado fue que muy pocos estudiantes asistieron a las burbujas de Larreta y Acuña.
La apertura de las burbujas sólo sirvió para que funcionarios y funcionarias se sacaran la foto y salieran en los medios diciendo “en la Ciudad se abrieron las escuelas”. Las burbujas (conformadas por 10 personas, entre alumnos y docentes) no tenían ningún objetivo pedagógico, porque desde el gobierno decían que el objetivo era la “revinculación”, cuando es largamente conocido y reconocido (excepto por los funcionarios) que durante todo el año quienes sostuvieron la educación virtual fueron los trabajadores de la educación junto a las familias, a pesar de la falta de conectividad y dispositivos para trabajar, que nunca garantizó el Ministerio de Educación.
Lejos de mostrar un reconocimiento, la ministra Acuña se tiró contra los docentes tildándolos de “viejos, zurdos y fracasados”. Anunció que las clases comenzarían el 8 de febrero, sin que le importe el calor de las aulas, el amontonamiento de los chicos (en zona sur hay 35 por grado), el estado de las escuelas ni tampoco de la pandemia. También siguen sus escándalos, con la designación a dedo de docentes, entre ellos el hermano de María Eugenia Vidal. Por todo esto, la comunidad educativa exige su renuncia.
Trabajadores/as de la educación, junto a familias, estudiantes y sindicatos, ya dieron muestras de su fuerza y continuarán de pie peleando por la escuela pública.