25.2.2021
Se trata de Daniel Sandoval, docente de tres escuelas en la Ciudad de Buenos Aires, registró a través de un video y una carta abierta cómo fue su primera semana de retorno a la presencialidad en la escuela. Asegura que su testimonio en primera persona es la voz de muchos otros trabajadores de la educación y familias.
A través de un vídeo, Sandoval de la escuela EEM N°3 DE 19, Carlos Geniso, ubicada en el barrio porteño de Bajo Flores, registró las condiciones edilicias en la cual se encuentra actualmente la misma, tras el retorno forzado a la presencialidad el 17 de febrero acordado por la ministra de educación porteña, Soledad Acuña, y el ministro de educación Nacional, Nicolás Trotta.
En el vídeo se observa perfectamente como la escuela se mantiene en obras, a las aulas les faltan puertas o estas están rotas, la ausencia de jabón y demás elementos de seguridad e higiene demuestran la completa falta de cumplimiento en los baños del protocolo elaborado por el propio Gobierno porteño de Horacio Rodríguez Larreta y que fuera celebrado por Nicolás Trotta el día de su puesta en marcha.
Esta información se le dio a conocer a la directora de la escuela para que fuera elevada a la Supervisión del Área y se solicitó una exigencia de realizar el relevamiento exhaustivo de las condiciones edilicias.
El mismo docente trabaja, a su vez, en otras dos escuelas ubicadas en dos barrios diferentes, demostrando lo impracticable y estéril de las llamadas “burbujas”. Una de ellas, es la Escuela Técnica Nº 1 “Otto Krause”, en el barrio de Monserrat, conocida durante estas semanas por ser uno de los epicentros de los contagios tras el retorno a la presencialidad en las escuelas.
A continuación, transcribimos una carta pública que Daniel Sandoval quiso compartir al tener que trabajar en condiciones inseguras y por no garantizarles a las y los docentes, las condiciones laborales ni la vacunación, mientras otros acceden por ser empresarios, funcionarios o burócratas sindicales.
Podes leer la carta acá:
“Seguí participando:
Soy Daniel, pero podría ser María o José, podría ser cualquier docente de la escuela que usted quiera. En menos de una semana me tuve que testear dos veces por dos casos positivos en el mismo establecimiento, con todo lo que esto implica. Pensar que no quiero estar internado ni un solo día por ir a ganarme la vida, y mucho menos perderla por ir a trabajar, avisar a mis seres queridos que ya no los veré hasta que no sepa el resultado, aunque ya decidí no ver a mi familia durante todo este ciclo escolar porque no sé en qué momento me va a tocar contagiarme con esta enfermedad. Luego recapitular y pensar a qué compa del laburo tengo que notificar, quizá por alguna charla en el patio o en algún otro lugar, pensando en su familia, en su hijx o en su abuelx, o en su propio bienestar. Avisar a la escuela y esperar. Sacar el turno y entre dubitaciones hacer un raconto de lo que es y fue la escuela para mí, la preponderancia que tuvo en mi historia y en mi presente, ya que amo mi profesión… de niño soñaba con ser docente, o maestro, pero yo sabía que la escuela era mi lugar, o más bien mi hogar. Y no digo casa, sino hogar, porque ahí supe lo que era un abrazo al llegar… la maestra que se alegraba al verme ingresar, de pisar el piso y que no sea tierra o barro de una calle sin asfaltar, el lugar en donde jugaba en los recreos y me divertía haciendo travesuras como cualquier ninx de esa edad. El lugar en donde el mundo se volvía mágico y un poco menos real, donde era reconocido, contenido e incluso igualado, entre tanta mezquindad. Por eso cuando me preguntan si quiero que vuelvan las clases digo si, si para mí la escuela es todo eso y un poco más, ahí es donde uno se enamora por primera vez, donde conocemos la amistad, el compañerismo y el amor fraternal que a veces no recibimos en otro lugar, pero hoy la escuela esta cautiva de la necedad, presa de la extorsión de una ministra o un ministro que lo piensa desde la perspectiva del capital, como bien lo dijo Acuña: “…necesitamos que las escuelas abran para que las madres vuelvan a trabajar…¨, como si las tareas del hogar no fuesen un trabajo que sostiene al sistema para que este pueda funcionar, invisibilizando la doble explotación a las compañeras, así de clara tuvo que ser y profundamente irrespetuosa hacia nuestra historia y nuestra profesión. Por otro lado, desde los sindicatos nos dicen que no pasa nada, es cuestión de abrir y cerrar, tranquilo… ¿tranquilo?… cuando lo primero que pienso es que cada vez que le pasa algo a algún compañerx o algún estudiante me preocupa y me duele su dolor, porque la vida de cada persona, de cada trabajadorx, me importa… por eso no puedo estar tranquilo. Quizá el resultado negativo que me informaron hace pocas horas me dé otra bocanada de aire, el cual me permita nadar en este naufragio al que nos mandan los Gobiernos de Nación y de la Ciudad, pero esto parece ser la nueva normalidad, una normalidad en la cual no importan más que las ganancias de los ricos, aunque yo o vos nos tengamos que arriesgar para ganarnos el pan.”