7.9.2020
Agotados y apremiados por una demanda creciente, con lugares de descanso improvisados, vestuarios mal ventilados y un «sentimiento de angustia permanente», los enfermeros del hospital de Agudos Carlos Durand contaron que no hay personal para cubrir la demanda que requieren las 48 camas de terapia intensiva. Tampoco pudieron despedir a tres compañeros fallecidos por coronavirus.
«Estamos exhaustos, a esta altura hay una angustia permanente en los compañeros de trabajo, estamos siempre al límite», aseguró durante una recorrida realizada por Télam Gastón Kalniker, uno de los enfermeros del Durand, donde más de 300 trabajadores se infectaron con Covid-19 y murieron tres enfermeros.
El profesional de 28 años pidió «tomar conciencia» de lo que ocurre en los centros de salud en la pandemia y criticó la apertura de bares y restaurantes dispuesta por el Gobierno porteño, como parte de la flexibilización del aislamiento social.
«No damos más y estamos en la primera línea; sabés que no te podés permitir un error y la presión te genera un cansancio extra. Puedo entender el fastidio de todos, pero no puedo comprender cómo desde el Gobierno se fomentan ese tipo de encuentros, se abren bares, peatonales y se promueven marchas», enfatizó.
Kalniker cree que «es momento de ser solidarios» porque «el número de camas es finito, hay que pensar en el otro, nadie se salva sólo, acá te cuidas y cuidas al otro».
En el Hospital Durand hay 48 camas de terapia intensiva pero «no pueden ocuparse todas porque faltan enfermeros», dijo por su parte Luis Ortiz, enfermero y delegado de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), quien explicó que «algunos no están porque tienen licencia por pertenecer a grupos de riesgo y otros porque están enfermos».
Los pacientes internados en terapia intensiva con Covid-19 son inducidos al coma a través de fármacos para poder entubarlos y necesitan ser rotados entre dos y tres veces por día para buscar un mejor funcionamiento de las áreas pulmonares. Se trata de maniobras que requieren la atención de entre 4 y 6 trabajadores.
Los profesionales indicaron que estas prácticas sumadas al constante monitoreo de las funciones vitales de cada paciente y la administración de medicamentos demanda atención constante, minuciosa y genera sobre los trabajadores de la salud «una presión extra» cuando también hay que lidiar con la falta de insumos y la precarias condiciones laborales.
Lejos de los corredores amplios, impolutos y luminosos que algunas series televisivas extranjeras nos dejan como imagen de lo que es una terapia, en el hospital Durand se instalaron casilleros para guardar elementos personales en los pasillos, «que deberían estar en un vestuario y se re acondicionó un baño chiquito para poder cambiarse», remarcó Kalniker.
«Nos fuimos adaptando como pudimos, pero la verdad es que los trabajadores nos pusimos el hospital al hombro, la burocracia del Gobierno de la Ciudad hizo que hoy a seis meses (de que se registre el primer caso de Covid-19 en el país) sigamos pidiendo puertas o separaciones en las terapias», insistió.
Los plásticos que separan las camas de la terapia 1 (en el hospital hay tres terapias) los conseguimos los trabajadores a través de una donación», contó el enfermero, mientras un compañero suyo que abandonaba la sala se sentaba, exhausto, sobre unas cajas apiladas que servían como lugar de descanso. «No tenemos ni sillas para sentarnos», describió el enfermero.
La entrega de los insumos de protección personal (EPP) «se fue regularizando y hoy, más allá de algún faltante puntual, los elementos llegan, pero eso es todo; hay una regulación que establece cómo deben ser los vestuarios y los de acá no cumplen con esas condiciones», aseguró el trabajador.
«Nos ponen lockers en los pasillos, habilitaron antiguos lugares que se usaban para guardar cosas, que son lugares chiquitos, sin ventilación, en donde dejamos también nuestras pertenencias amontonadas y en días de lluvia dejamos secar la ropa ahí, colgada de una soga improvisada», relató sobre la rutina en el hospital de Caballito.
Al describir el estado de ánimo de los trabajadores, Kalniker sostuvo que «estamos agotados físicamente y en lo psicológico predomina el sentimiento de angustia entre nosotros; aunque intentamos distraernos, pero nos enfrentamos todos los días a la enfermedad y a la muerte, no es nada fácil».
«Le ponemos el hombro, pero somos ninguneados por el Gobierno de la Ciudad que ni siquiera nos reconoce como profesionales, estamos dentro de lo que denominan ´Escalafón general´ y eso implica un menor salario pero también un ninguneo a nuestras tareas y a nuestra formación universitaria», se quejó.
La pandemia de coronavirus dejó en evidencia graves problemas estructurales en el sistema de salud público porteño, según Ortiz, quien recordó que además de la terapia intensiva hay salas para «pacientes Covid moderados, que requieren seguimiento y atención pero no están en estado crítico».
En estas salas «no hay toallas, ni fundas, por lo que son los familiares de los pacientes los que tienen que traerles desde sus casas, algunos hasta estufas les hacen llegar porque tampoco hay calefacción. Hay servicios que no cuentan ni con agua caliente«, precisó el enfermero que se reincorporó recientemente a sus tareas después de haber contraído coronavirus.