Por sugerencia del Ministerio de Defensa llega el ejército a un comedor de la Villa 1.11.14

22.5.2020

Hoy, desembarcó el ejército en la Villa 1.11.14 para asistir al comedor de una parroquia. La iniciativa fue propuesta por el Ministerio de Defensa de la Nación a los sacerdotes ante el pedido de aliviar la situación crítica en el barrio que casi alcanza el medio millar de infectados por la pandemia del Covid-19.

El Ejército empezará a colaborar en el comedor de la parroquia Madre del Pueblo en el barrio Ricciardelli en la villa 1.11.14. La medida es similar al envío de soldados que se realizó al partido de La Matanza el 29 de marzo que genero posiciones enfrentadas en torno a si correspondía a las Fuerzas Armadas asistir a los barrios y si esto sentaría un mal precedente que habilite en un futuro la presencia militar en los barrios. El padre Juan explicó: “Solicitamos al Ministerio de Defensa una ayuda y ellos sugirieron enviar al Ejército que es el camino que vienen utilizando en otros barrios del Conurbano.
“Hace unos días nos sentamos a pensar con los sacerdotes sobre esta etapa de la pandemia en el barrio donde los contagios van creciendo y el programa detecta junto a las organizaciones del barrio y delegados localizar mejor donde están las situaciones más fuertes y frente a toda esta situación nueva de contagio nos parecía que debíamos ser responsables y ver nuestro funcionamiento. Por eso decidimos pedirle una mano al Estado”.
El padre Juan explicó que el Ejército se encargará de la cocina y habrá dos turnos por algunas semanas para bajar los riesgos ya que el comedor se trasladó frente a la parroquia para descongestionar el espacio.
En el barrio la pandemia ha intensificado la crisis. Manuel Alonso referente del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) en la villa 1.11.14 expresó que hace una semana se inició el operativo “Detectar” y que al inicio había unas 150 personas infectadas con Covid-19 y que a una semana después ya hay más de 470 vecinos infectados.
“Se está replicando la misma situación que en la villa 31 y por eso le estamos reclamando una reunión al Gobierno de la Ciudad. Primero para decir que hay algunos problemas en el operativo con el tema de la espera que se demora algunos días y la familia lo padece porque se los aísla en un hotel y nadie sabe en qué situación están. Si están internados o en terapia intensiva. Por otro lado es lo grave la situación alimentaria. En el barrio los comercios están cerrados y no hay para comer. Se está llegando muy justo”. La gente esta deambulando por el barrio, recorriendo comedores para tener un plato de comida y eso también trae riesgos. Las organizaciones sociales están acompañando y ayudando mucho para calmar la situación. El Gobierno reconoce que más del 70% de los casos sospechosos son acercados por las organizaciones sociales. Es un trabajo muy importante y pedimos que nos escuche”.
Carlos Lordkipanidse, ex detenido en la ESMA y militante del Encuentro Militante Chachito Fukman expresó, “Repudiamos la decisión, si se pide ayuda y se envía al Ejército no es ayuda. Las tareas y las provisiones podrían realizarse por medio de las organizaciones sociales para que ellas se encarguen de la distribución a quien lo necesita. Es que esto viene de antes, desde el momento en que Alberto Fernández dijo que había que dar vuelta la página. Decimos ninguna vuelta de página, el Ejército a los cuarteles y a sus funciones específicas que es defender las fronteras. En las villas no tienen nada que hacer”.

Covid-19: Ayuda humanitaria desde la Cárcel de Devoto a los barrios

21.5.2020

Por Carlos Palazzo, desde la Cárcel de Devoto

Nosotros seguimos en la Mesa de Diálogo pero vemos que son lentas, son buenas, los detenidos participamos de ellas, pero afirmamos que los poderes ejecutivos nacional y provinciales, podrían determinar de un plumazo la conmutación de penas o compensaciones para acceder a los arrestos domiciliarios o libertades que correspondan, tal como lo hicieron en muchos países del mundo. A la vez, Estamos preocupados cosiendo a mano los barbijos y material sanitario para las Villas 31; Bajo Flores y Barracas, cuando ya hace tiempo que pedimos la autorización al Servicio Penitenciario Federal para entrar las máquinas de coser, industriales y familiares, que YA TENEMOS, que son nuestras y queremos utilizar para hace más eficaz la ayuda humanitaria hacia los barrios, donde viven muchas de nuestras familias y amigxs. Cosiendo las 24 horas, en tres grupos de seis, estamos produciendo entre 700 y 1000 barbijos. Con las máquinas podríamos confeccionar 10 veces más. Ya hicimos donaciones en dos barrios y seguiremos así, los barbijos van acompañados con alcohol en gel y lavandina que compramos nosotros para las salas de estas villas, porque el Estado no estuvo como se debe en estos lugares».
En Devoto ya fueron al hospital 13 compañeros con covid-19. Y nos sentimos hacinados como en un gueto, no estamos «aislados» como se debe, con toda la higiene necesaria. ¿Qué están esperando? ¡Terminen con la burocracia!».
Somos seres humanos, tenemos sentimientos, y seguiremos con la ayuda humanitaria porque no queremos que sigan muriendo nuestros familiares. Lo que al Estado nunca le importó a nosotros sí. Y una de las pocas alegrías que tuvimos en este tiempo es ver a los médicos y enfermeras que recibían nuestros kits sanitarios con un cartel que decía: «Gracias Devoto, por la ayuda humanitaria».

Cuarentena sin Ramona y con furia travesti en la villa 31

21.5.2020

Por Alma Fernández

Este fin de semana la villa se partió en dos, como mi corazón y como la esperanza con que seguimos esperando la ayuda anunciada en estos tiempos de pandemia, pero nunca llega; y cuando llega, es para pocxs. Los festejos por el Día de la Madre (en Paraguay y otros países de la región, que se viven a pleno en el barrio) este domingo se vieron opacadxs por el fallecimiento de Ramona Medina, la leona villera de La Poderosa en la 31.

A algunxs no les importó el ocaso ni la pena de esta referenta que venía denunciando el hacinamiento, la falta de agua y el rápido aumento de casos de coronavirus en el barrio Carlos Mugica. El virus también terminó matándola a ella, pero no fue solo el virus.
Solía verla organizándose en tiempos neoliberales, porque Ramona fue una de las tantas mujeres que se las ingenió para darle de comer a lxs propixs y lxs ajenxs con dos cebollas, una papa y kilo de pan. Ahora que todo duele pienso: qué lindo hubiera sido ver a Ramona gestionando en los ministerios. Qué lindo es verla ahora convertirse en bandera. Pero también y sobre todo: qué triste. Qué injusto es no poder escapar a ese destino que se re-escribe una y otra vez como mandato obligatorio en cierta clase de vidas: nuestras vidas, las de quienes llegan a tener más importancia justo cuando nos morimos.
El lunes 18 de mayo, mientras nos preparábamos para asistir a una conferencia de prensa en la capilla, organizada y anunciada por los curas villeros, las fuerzas policiales también tenían preparada su actividad a la hora programada. Así lxs vecinxs que habitamos en las manzanas 23 y 23 bis fuimos aislados con una orden terminante: no salir de nuestras casas hasta que nos hicieran el hisopado y ver si teníamos coronavirus. A lo largo de todo el día estuvimos esperando que vinieran a analizarnos. A veces sin luz y a veces con miedo.
En medio de tanto flagelo, desconcierto y combate invisible, las travas y las personas excluidas, volvemos a ser carne de cañón. Lxs dueñxs de la moral y las buenas costumbres hacen cola para que las travestis y trans seamos las primeras en marchar a hacernos el testeo. Y ay si una de nosotras resulta infectada. Porque automáticamente será apedreada, alejada y quemada en la hoguera de las personas pobres que resisten a esta pandemia que es cruel con los que menos tienen, indiferente al género y a la orientación sexual.
Me toca esperar en silencio a que me llamen los médicos para el testeo. Miro por la ventana entre la escalera de hierro y pienso “Nada cambió en absoluto. Nunca las calles estuvieron vacías en la villa. A veces pienso que voy a despertar y esto será como un sueño, que nunca pasó.
Observo a los pibes víctimas del paco, cómo caminan agarrándose de las paredes, pasados de cansancio, las manos sucias, los ojos rotos y achinados, abrazando el abandono, como buscando algo que los ayude a superar este momento, este tiempo que sin saber los agarró y de repente todo -o nada- cambió. Esos pibes saben que no hay opción en el parador, como también saben que no tuvieron precaución, que no le dieron importancia a la cuarentena, que les dio lo mismo. Que cuando empezó esto decían que era una enfermedad de ricos. Recuero esos primeros días de confinamiento: la ciudad estaba llena de controles, y en el barrio, la policía ni circulaba por la villa, no hacía controles.
Ahora que estamos llegando a los 1000 contagios, empezaron a trasladar a lxs pobres al Hospital Muñiz para aislamiento y para hacer la cuarentena. Es aquí donde se nota más la diferencia: para nosotres no habrá un hotel adónde ir. Van a hacinarnos en el hospital. El mismo hospital especialista en enfermedades infecciosas en el que perdí a un montón de amigas. Un hospital donde a veces no hay agua ni insumos para las travestis.
Me pregunto cuál será la suerte de una de las nuestras, cuando al final el destino inevitable sea éste. Sabemos que en términos de políticas públicas y a la hora de salvarnos, siempre seremos las últimas. La categoría que nos asignó el Gobierno de la Ciudad a la hora de gestionar y resolver el tema habitacional es la de indigentes travestis/trans. Pero para lo único que te alcanza un subsidio habitacional en la Ciudad de Buenos Aires, la más rica del país, es para alquilar en alguna villa porteña. Ahí es cuando el virus se vuelve funcional al genocidio trans.

Con barbijo y sin abrigo: no ser más está humanidad

Nosotras sabemos: es mejor cuidarnos por nuestros propios medios. Entre nosotras aprendimos de la experiencia que nos da ser sobrevivientes de muchas cosas, entre ellas de la prostitución. Cuando el VIH/sida rondaba por las llamadas zonas rojas, al ver cómo se nos morían una a una las nuestras, nos consoló decir: “todas lo tenemos”. ¿Aplicaremos la misma fórmula para esto?
Porque cuando pase el Covid-19 tendremos que empezar de nuevo, una vez más, desde abajo. Eso también lo tenemos aprendido. Ahora no hay tiempo para pensar en el amor, ni para construir un proyecto de vida. Sabemos que nos toca sobrevivir y seguir soñando con salir adelante, aunque duela la silicona, te lastime el rechazo y falte el pan. Seguir viva es lo más importante, ¡siempre! Con barbijo y sin abrigo seguimos queriendo no ser más está humanidad. Con barbijo y con hambre postergamos sueños, anidando recuerdos de un pasado de mariposas libres volando alto y con furia.
Alma Fernández es activista travesti y vive en la 31, Retiro, Ciudad de Buenos Aires.

Kicillof pidió que bonaerenses no vayan a trabajar a Capital y Fernández interviene para pacificar

20.5.2020

El presidente Alberto Fernández convocó para la tarde de este miércoles a la Quinta de Olivos al gobernador bonaerense Axel Kicillof y al Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, para analizar los pasos a seguir en cuanto a la cuarentena por coronavirus en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Las tensiones entre provincia y Capital se multiplican, más allá de la intención mediadora de Nación.

Después de algunas semanas de armonía al inicio de la cuarentena obligatoria de fines de marzo, en los últimos días la relación entre dos de los principales distritos del país no para de tensarse, con funcionarios bonaerenses, intendentes y hasta el mismo gobernador cuestionando la decisión de la Ciudad de flexibilizar la cuarentena, en un contexto en el que los contagios se están multiplicando. Según Kicillof, no es momento para aperturas comerciales sino precisamente para reforzar el aislamiento.
A inicios de la semana se multiplicaron las polémicas contra la apertura comercial avalada por el Gobierno porteño, con jefes comunales como Mayra Mendoza (Quilmes), Fernando Gray (Esteban Echeverría) y Juan José Mussi (Berazategui) que lo definieron como una «irresponsabilidad», y el propio ministro de Salud bonaerense Daniel Gollán que hace unos días afirmó que CABA era un peligroso «foco irradiador» de contagios. En el mismo sentido, este miércoles Kicillof manifestó su molestia por las críticas que le adjudican al Gobierno nacional y al provincial la intención de “politizar la cuarentena”. También, más allá de los cuestionamientos al Gobierno porteño, aseguró que habla seguido con Larreta: “Esta mañana nos cruzamos unos whatsapp porque tratamos de coordinar las actividades”.
Más allá de la intención de bajar la intensidad de las críticas, el ex ministro de Economía dejó en claro sus diferencias: “Tomaron medidas distintas y lo que veíamos como riesgo… son cosas de sentido común: cuando crecen los casos se tiende a ser más rígido, no más flexible”. Ante la pregunta de si el Jefe de Gobierno porteño debería retroceder con la flexibilización de la cuarentena, Kicillof aclaró que “lo tiene que decidir él”. Pero sugirió: “Si en la Ciudad van a abrir los comercios, que no vaya a trabajar la gente de la provincia de Buenos Aires”.
“Cuando hay dos zonas contiguas donde en una hay más circulación que en la otra, la idea es que no haya intercambio viral. No es un invento mío ni algo difícil de explicar… si en el departamento de al lado de tu casa hay gente contagiada, no vas a ir a tomar el té”, concluyó.
Según el planteo provincial, más de un millón de trabajadores cruzan la General Paz cada a día para trabajar en Capital, lo que implica multiplicar los riesgos de contagio para todo el conurbano. Este jueves el gobierno porteño definirá si sostiene la apertura comercial lanzada hace algo más de una semana, así como las “salidas recreativas” durante el fin de semana, o retrocede en alguna de esas iniciativas. En el encuentro con el Presidente Alberto Fernández se terminarán de definir estas líneas de acción.

Coronavirus: quejas de los vecinos de la Villa 31

20.5.2020

Denuncian que los hospitales de la Ciudad no tienen ni el personal ni los elementos necesarios para atender a las familias que sacan de los barrios para evitar la propagación del virus.

“Necesitamos que sean un poco más humanos, que haya más comprensión con lo que pasa”, señaló Fabiola, vecina del Barrio Mugica –ex villa 31– desde la sala del Hospital Fernández donde está viviendo desde hace diez días con toda su familia. “Desde el Comité denunciamos la falta de asistencia en los hospitales, que no cuentan con la cantidad de recursos humanos y materiales necesarios”, señaló Walter Larrea, referente del Comité de Crisis del Barrio Mugica.
Los viajes sin distanciamiento en el “coronabus”, las paradas de hospital en hospital y la incertidumbre, son parte del laberinto que viven los vecinos y vecinas de los barrios populares de la Ciudad. “A la espera, las malas condiciones y la falta de información, se suma la angustia de estar esperando un diagnóstico”, señaló Mercedes Fossat, responsable de la comisión de salud que conforman un conjunto de organizaciones sociales del barrio Zavaleta y 21-24, donde esta semana empezó el operativo Detectar.
“Cada vez que necesito algo me tengo que poner a gritar frente a mis hijos, hacer un escándalo para conseguir cualquier cosa. Yo trabajé como enfermera y sé cómo hay que actuar. No es culpa de los trabajadores porque están desbordados, pero necesitamos que tengan un poco de sensibilidad”, relató Fabiola. Ella, su marido y sus dos hijes están en una habitación, aislados porque hace diez días dieron positivo en el diagnóstico de coronavirus. “La primera noche me hicieron orinar en un pañal. No me dejaban salir al baño porque no había personal para limpiarlo”, señaló Fabiola y agregó “yo estaba con mi hija que tiene un año y medio y tenía 39 grados de fiebre. Nadie venía a atenderla ni a decirnos qué iba a pasar con nosotras, a dónde íbamos a ir”. A pesar de estar a unos pocos metros de distancia, Fabiola no puede ver a sus padres, que están internados en el piso de arriba. “Mi mamá está deprimida, sin calefacción, con respirador y con horas de espera cada vez que llama a una enfermera”, relató Fabiola, y agregó “ya no sé si quiero volver a mi casa, si mis padres se quedan acá en el hospital”.
Daniel se hizo el hisopado el viernes y el sábado supo que su diagnóstico era positivo. En el barrio vive con su padre y su madre, pero ahora cada uno está aislado en un lugar distinto. “Al micro nos subieron como ganado, todos juntos, sin distanciamiento, y ahí empezamos a preguntar. Primero íbamos al Fernández, después nos dijeron que al final nos tocaba el Muñiz. Creo que fueron tres horas arriba del colectivo”, relató Daniel. Cuando llegó al hospital tuvo que hacer el proceso de nuevo: completar planillas, responder preguntas, indicar los contactos estrechos. “Por cómo vivimos en el barrio prácticamente todos somos contacto estrecho”, señaló Daniel. Esa mañana, después de las preguntas, lo aislaron en uno de consultorios de chapa de la Unidad Febril de Urgencia (UFU) y ahí tuvo que esperar. “Son lugares cerrados, sin ventanas. En un momento me sentía sin aire pero intenté abrir la puerta y me dijeron que no podía. Recién a las once de la noche me adjudicaron el hotel y me trasladé con un taxi”, relató el vecino del Barrio Mugica.
Sin elementos básicos como papel higiénico o agua potable, Graciela cumple su aislamiento en el Hospital Muñiz. “Yo sabía que algún día me iba a tocar pero no sabía que me iba a doler tanto”, señaló. Ella llegó el sábado y tuvo que pedirle a su familia que le trajera ropa, una botella de agua y sus elementos de limpieza. Graciela es promotora de salud en el Barrio Mugica y el sábado se hizo el hisopado cuando su hijo le avisó que le había empezado a doler la garganta y tenía tos. “Por casi 12 horas estuvimos en una habitación chiquita, llena de olor a lavandina, sin nada para comer”, relató la mujer.
En el Hospital Durand hay más de 60 casos positivos internados y casi 30 personas esperando resultados. Wendy llegó con su hijo hace dos semanas, porque a él le había subido fiebre. “Yo vivo en uno de los pasillos donde estaban los primeros contagiados. Avisamos cuando había solo dos casos, pero ya era tarde: nos habíamos contagiado casi todos”, relató Wendy. El primer día los separaron, ella fue a una sala con otras mujeres y su hijo, de 15 años, a la sala de los varones. “Pedí una toalla y me dijeron que no había, que esas cosas las debería haber traído yo. Después me voy a duchar y el agua estaba helada, así que al otro día me engripé”, señaló Wendy y agregó “es horrible que en un hospital te traten así”. Cuando ella y su hijo dejaron de tener síntomas, los llevaron a un hotel, en el barrio de Balvanera, donde cumplieron con el aislamiento.
“Además de la asistencia médica, pedimos que se brinde atención psicológica porque al no haber nadie que explique o de contención en los hospitales y los centros de aislamiento, la angustia está creciendo”, señaló Walter Larrea. “Cuando estuve aislada me ponía mal no saber, nadie sabe nada y sólo llegan mensajes de vecinos y vecinas que tienen problemas, que están contagiados, que están mal”, contó Wendy.
Daniel, desde el centro de aislamiento relata que los voluntarios que atienden “no tienen información, no saben de qué barrio venimos o qué diagnóstico tenemos”. Este miércoles a la mañana lo llamaron para avisarle que era su último día de aislamiento y él tuvo que explicar que no, que sólo habían pasado cuatro días. “Yo todavía tengo el virus, mis padres son personas de riesgo y no los quiero contagiar. Además, puedo contagiar a cualquiera en el transporte público”, relató Daniel y aclaró que “hay una falta de organización que hace que las cosas sean lentas y haya errores que pueden ser graves”. Desde el Comité de Crisis exigieron “que el Gobierno de la Ciudad saque del barrio a toda la gente que pertenece a un grupo de riesgo. Hay personas con obesidad, asma y otros problemas de salud que no pueden estar ahí porque corren peligro”.

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