25.9.2023
Varias librerías abrieron sus puertas en los últimos meses en la Ciudad de Buenos Aires y otras más están por hacer lo mismo, un fenómeno que se extiende en los barrios de Saavedra, Recoleta, Villa Crespo y Belgrano. Las y los flamantes libreros comparten el formato de librería de barrio que salvó la industria en plena pandemia, sumado a un profundo amor por el libro y el sueño de toda una vida que el confinamiento no hizo más que apresurar.
Las nuevas librerías Te llamaré viernes, ubicada en La Pampa 1569 en el barrio de Belgrano; Metonimia, Amenábar 3656 en Saavedra; Verne en Juan Ramírez de Velasco 1427 en Villa Crespo y una nueva sede de Céspedes dentro del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930) se suman al mapa literario de una ciudad históricamente conocida por ser la de mayor cantidad de librerías en el mundo, mientras se prepara para abrir sus puertas el próximo año el centro cultural Naesqui, en Villa Ortúzar, con una tienda de libros.
En un contexto económico de incertidumbre en la Argentina, con los precios de los libros en aumento, el insumo de papel en escasez y al ubicarse el libro entre los primeros gastos que se recortan en épocas de crisis. “Para los que venimos del mundo de los libros, este es nuestro retiro a la playa. Abrir una librería es nuestra Ipanema”, dice a Télam Ignacio Iraola, ex editor de Grupo Planeta, quien abrirá en 2024 junto con su socio Pablo Slonimsqui, un centro cultural bautizado Naesqui, con tienda de libros, en la esquina de Charlone y 14 de Julio, frente a la Plaza 25 de Agosto, en el barrio de Villa Ortúzar.
“El cimbronazo de la industria del libro fue con la pandemia y cuando las cadenas, al estar en shopping y avenidas, no podían abrir, el librero independiente -la librería de barrio, la de cercanía- salvó la industria. Tuvieron una épica. Hubo un cambio muy potente pospandemia. Y eso cambió muchísimo el escenario porque las librerías independientes empezaron a tener otro peso”, analiza Iraola y agrega sobre su proyecto personal: “Me interesa que la librería funcione bien pero mi meta no es enriquecerme. Nadie se hace millonario con una librería”.
“Mi sueño es luna de Avellaneda, convertirme en gestor cultural de mi barrio, una librería con un espacio gigante arriba para talleres y presentaciones del libro, con un pequeño café. Vamos a tomar la vereda, cortar la calle, hacer ciclo de escritores en la plaza, con la creencia de que los libros los tenés que sacar a la calle. Abrirá entre marzo y mayo de 2024”, confirma Iraola, con 30 años de experiencia en la industria editorial.
Para Paulina Cossi y Paola Lucantis, quienes también vienen del mundo editorial, la apertura de su librería Te llamaré viernes -nombre que le pidieron prestado a la escritora Almudena Grandes- tuvo que ver “con la necesidad de hacer un cambio laboral, profesional y de vida, que nació en el medio de la pandemia”, confirman.
“Al principio fue una idea que nos permitió trabajar, distraernos de todo lo que estaba pasando y focalizarnos en una idea de futuro. Ambas tenemos mucha experiencia en el mundo de los libros, de la comunicación, entonces por qué no tener un espacio propio. Arrancar con algo concreto y que eso fuera creciendo hacia donde tuviera que crecer”, dice Paulina Cossi.
Pero esta tienda en particular, en el bajo Belgrano, a pasos del barrio Chino, apuesta a un maridaje entre libros y vinos: “Quisimos armar un negocio que pudiera diversificarse. Desde el inicio lo pensamos con dos grupos de productos. Sabíamos que las actividades iban a ser una excusa. Durante décadas organizamos actividades gratuitas y rentadas, era cuestión de ponerse a pensar qué queríamos hacer en el espacio que teníamos y combinarlo de la mejor manera posible para que fuera una propuesta interesante para la gente. Hacemos actividades abiertas y gratuitas y otras pagas”, detalla Paola Lucantis.
El caso de Metonimia, la librería que Víctor Malumian abrió en Saavedra, tuvo que ver con una necesidad que observaron en el barrio: “No hay librerías de libros nuevos cerca del Parque. Saavedra es una república literaria, el descenso a los infiernos del Adán Buenosayres de Marechal sucede en Saavedra, el Sueño de los héroes de Bioy, algunos de los cuentos de Aurora Venturini y la lista sigue. Es un barrio con mucha historia y un imaginario literario rico en estilos”, desgrana el editor de Godot.
Gran parte del equipo que trabaja en la tienda de libros creció y se crió en Saavedra, mientras que la identidad visual de la misma se expresa con una mascota que comunica “el placer hedonista de leer, de comprar un libro y regalarte tiempo para vos”, detalla Malumian confirmando otra vez la idea de que hay que amar la literatura para apostar a una tienda de este tipo.
“La librería como punto de encuentro de su comunidad tiene larga vida por delante”, sentencia el impulsor de esta flamante librería de barrio, y asegura que “claramente, el hecho de que el libro sea un insumo que funciona por consignación, y por ende, las cargas están repartidas entre varios ante posibles pérdidas, hace que sea más viable la apertura de una librería en un contexto crítico o de incertidumbre”.
Sin embargo, para Malumian, “el trabajo de la librería es muy demandante y tiene costos operativos básicos bastante elevados, en general tiene que ser un local grande para ofrecer una cantidad de libros interesante, bien iluminado, abierto en una franja horaria cómoda, todo lo que implica un local a la calle. Hay un problema general motivado por el achicamiento de la torta de venta total del libro en un negocio que es en todos los casos por porcentajes. Podemos hablar de un piso de caída del 12% en ejemplares para lo que va del 2023 versus el 2022”, desgrana.
Además de su ubicación sobre Álvarez Thomas, la librería Céspedes abrió en marzo pasado una segunda sede en el Centro Cultural Recoleta, luego de un llamado a licitación para concesionar por cinco años el espacio que está en el hall de entrada del centro cultural.
“Creo que en Céspedes hacemos algo muy rico, para y en una industria que se sostiene, se profesionaliza y crece a pesar de que los números y la realidad le sea adversa”, analiza Cecilia Fanti, al frente de ambas sedes de Céspedes, pero añade que hay algo fundamental: “No olvidar por qué hacemos lo que hacemos, nuestro rol como promotores de lectura y de cultura”.
En lo que coinciden la mayoría de los libreros es que se vuelve necesario desarrollar otras estrategias además de la estricta venta de libros: “La gran mayoría de las librerías medianas y pequeñas, con identidad y un proyecto detrás hacen mucho más que vender estrictamente libros; son centros culturales en los que se intercambian saberes de distinta forma: desde una recomendación, un taller, una presentación, una intervención directa en relación a un hecho puntual. Es decir, las librerías creamos sentido alrededor de estos productos que comercializamos; y creo que esa es la estrategia”, opina Fanti. La librera apunta además que “la ley del libro, que entre otras cosas fija un precio único, es fundamental en la convivencia y supervivencia de todos los modelos de librerías”.
“La apertura de una librería -o de cualquier negocio- en un contexto crítico tiene que ver con el arrojo de quien quiere llevarlo adelante ya sea para concretar un sueño o para desarrollarse profesionalmente en determinado ámbito; o la combinación de ambas”, esboza Fanti y refiere, al igual que sus colegas, a la idea de un anhelo de larga data, que la pandemia pareciera haber ayudado a concretar.