Dengue: ¿cuánto vale la vida de una maestra?
2.4.2016
Laura López, maestra del distrito quinto de Barracas, falleció por dengue. Las autoridades porteñas aún no han dado explicaciones. La zona es un foco de contagio.
Docente, Congresal UTE-CTERA
Marilina Arias
Miembro del Consejo Directivo de Ademys
Este viernes las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires estuvieron de duelo. Sí, todas las escuelas, porque “se nos fue una compañera”.
Las puertas de la escuela 9 del distrito quinto de Barracas así lo informaban con un cartel para padres y alumnos, a los que la noticia les llegó a la mañana por maestras y directivos del establecimiento. Los mensajes por WhatsApp fueron difundiéndose desde el jueves por la tarde y se multiplicaron por miles. Muchos de ellos, consternados indignados, se hicieron presente desde la mañana para solidarizarse con las compañeras y conocer mejor la situación.
La compañera Laura López fue infectada por el mosquito del dengue hacía una semana. Como muchas otras docentes y otros tantos alumnos que empiezan a salir a la luz, a pesar del ocultamiento de las autoridades.
“Podemos combatirlo”, decía en la entrada del colegio un cartel hecho a mano en papel afiche rosado por docentes y alumnos, en relación al mosquito y los modos de prevención. Un cartel que daba sobradas muestras del trabajo de prevención hecho por las escuelas ante una problemática social que trasciende las paredes de los colegios y las responsabilidades de sus maestros.
Su “trabajo” y el nuestro
Sin embargo, los que no pudieron dar muestras del trabajo realizado fueron las autoridades responsables tanto del Ministerio de Educación como del Ministerio de Salud de la Ciudad, que fueron cuestionados por docentes ante la falta de fumigación. “Esta tarde se fumiga el colegio” informaron durante la mañana. Pero la señorita de segundo ya no está y nadie pudo explicar porque esa escuela, siendo de las zonas más propensas a la proliferación del mosquito, nunca fue fumigada desde que se conocieron los primeros casos de Dengue.
Mucho menos pudieron explicar por qué se esperó a la muerte de una maestra para fumigar la escuela cuando hacía una semana ya se conocía su caso. Tampoco pudieron dar cuenta de por qué no se pusieron todos los recursos necesarios para disminuir el riesgo de infección, como podría haber sido distribuyendo repelentes en todas las escuelas para docentes y familias de alumnos.
“Es muy importante el trabajo de prevención que se hace desde las escuelas” repetían como loros los funcionarios devolviendo la pelota a quienes hasta ahora fueron los únicos que han demostrado interés y preocupación por evitar más contagios: los maestros. Y no sorprende, porque son los maestros, y sobre todos los de zona sur, los que están acostumbrados a lidiar con la precariedad y las condiciones de trabajo desfavorables, los que se preocupan por la salud de sus alumnos, los que denuncian las situaciones de riesgo a la que los chicos están expuestos a diario, los que pelean para que sus alumnos reciban algo más que un sándwich de vianda, los que mueven cielo y tierra cada vez que sus alumnos necesitan ser atendidos por especialistas de la salud y no cuentan con obra social. Los que hacen de una campaña de linda folletería vacía -a lo PRO- una clase de investigación sobre el Dengue sin conocer mucho del tema, pero aprendiendo cómo prevenirlo junto a sus alumnos.
¿Cuánto vale la vida de una docente?
La tristeza, la indignación y la bronca recorrieron cada patio de escuela a medida que la noticia continuó circulando informalmente. “¿Con esto haremos algo? ¿Iremos a trabajar como si todo estuviese bien en la escuela pública?” eran las preguntas con las que desde el anonimato se buscaba interpelar en el mensaje de texto que se replicó hasta llegar a las escuelas de más al norte de la Capital.
Tal vez cabría preguntarse cuánto vale la vida de una docente. Está claro que para el Gobierno poco y nada, ya que pasadas las 24 horas de su muerte, ni un funcionario había salido a dar explicaciones públicas. Está claro que nada, cuando se los acusa de vagos en cadena nacional y se los persigue por luchar por una mejor educación pública y aumento de salario. Está claro que nada, cuando el sistema de salud de la Obra Social Obsba se encuentra colapsado al igual que el sistema público, mientras el gobierno y burócratas sindicales hacen buenos negocios robándole al bolsillo de los trabajadores mediante los descuentos.
Está claro que nada, cuando se destinan millonarios subsidios a la educación privada religiosa y se dice que hay pocos recursos para combatir el Dengue. Está claro que nada, cuando la folletería que mandan a las escuelas y la campaña del gobierno aconseja el uso de repelente diariamente, pero luego dicen que no hay plata distribuirlos gratuitamente entre maestros y alumnos.
Un burócrata que andaba dando vueltas nos dijo “¡no hagan bandera de esto por favor!”, como si la muerte de una compañera tenga que quedar impune.
Está claro que esta muerte no es una desgracia del destino, sino la decisión política de este Gobierno que de lo que sí ha dado sobradas muestras, es del desprecio que tiene hacia quienes habitamos las escuelas públicas. Esta muerte no quedará impune.