24.7.2014
En el corazón de Villa Crespo, el barrio de los amores de Osvaldo Pugliese, nació La Yumba, una cooperativa de consumo popular, gestionada democráticamente por sus socios, que funciona en el local de la Asamblea Vecinal de Juan B. Justo y Corrientes. Su nombre honra una de las canciones del músico, quien también fundó una orquesta en cooperativa, con la que se identifican estos vecinos que comenzaron a juntarse en abril con la idea de hacerle frente a los altos costos de los supermercadistas. Hoy, con más de 250 socios, un centenar de pedidos por mes, una cartera de proveedores autogestionados y ocho locales donde se distribuye la mercadería, La Yumba crece como una entidad de puertas abiertas y sin fines de lucro. Los consumidores pueden incorporarse y convertirse en asociados, tan solo comprando, por una única vez una acción de 20 pesos.
Ana Jivotovschii Paixao vive en el barrio desde hace unos años. Se acercó al local de la asamblea porque su padre escuchó en la radio la experiencia de la cooperativa y le dijo que “vaya averiguar qué ocurría cerca de su casa”. Ester Chaia dijo a Página/12 que se acercó por “una charla a la que asistí en febrero sobre economía social, en la que terminamos planteando entre todos que había una inquietud muy grande por la suba de los precios y cómo enfrentarlos”. Tanto Ana como Ester no eran parte de la asamblea de Juan B. Justo y Corrientes, que nació en el calor de la lucha por reclamos en 2001, pero hoy son parte de la cooperativa.
A comienzos de este año, la asamblea comenzó a reunirse con otras organizaciones de la zona y vecinos autoconvocados para ver qué hacer con el aumento de precios. “Comenzamos haciendo charlas abiertas y pronto supimos que, de alguna manera, debíamos intervenir en una lucha que tiene que ver con el poder de las grandes empresas supermercadistas”, aseguró Mini Pérez, presidenta de la cooperativa y militante histórica de la comuna 15. Alejandro Rofman, participante de la asamblea, como economista e investigador del Conicet fue el encargado de dar las charlas. “La iniciativa surgió en esos debates con los vecinos y las distintas agrupaciones. No sorprendió la gran convocatoria”, dijo Rofman.
“La cooperativa es más amplia que la asamblea, aprendimos hace varios años que solos no hacemos nada, así que siempre trabajamos con otras fuerzas políticas y con los vecinos en todas las actividades que hacemos”, afirmó Pérez. Sergio Pra, vecino y especialista en la temática de pymes, destacó que “es una experiencia singular porque tiene una propuesta de crecimiento no arraigado acá en Villa Crespo sino en distintos lugares de la Capital Federal. A poco tiempo de andar, se sumaron al local central otros ocho locales ubicados en los barrios porteños de Chacarita, Colegiales, Paternal y Almagro”.
En paralelo a la cooperativa, la asamblea da apoyo escolar, asiste a comedores, realiza una olla popular todos los jueves, colabora con casas tomadas y con sectores vulnerables. Asimismo, tiene su propia señal de radio, Radio Asamblea (FM 94.1) con sintonía en toda la zona, en la cual ya tiene un espacio: La Yumba.
Más que un mercado popular
“Estamos aprendiendo sobre la marcha a gestionar una empresa, a conocernos entre nosotros, a trabajar colectivamente, a dar respuestas a los pedidos, a hacer los trámites para constituirnos como una cooperativa”, afirmó Pra, encargado de gestionar en el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes) la formación de la cooperativa. Pérez sostuvo que “al principio teníamos la idea de hacer un mercado en la asamblea para todo el barrio pero luego se forjó la Cooperativa de Consumo Limitado, cuyo alcance es mayor”.
La Yumba tiene un consejo directivo elegido por el plenario, en que participan todos los socios, y se organiza en comisiones: de proveedores, relación con otras entidades, difusión, vínculo con locales. También cuenta con una pata informática para recibir los pedidos de los asociados por mail y enviarles la actualización de precios.
Una de las primeras acciones de la cooperativa fue entablar lazos con fábricas y empresas recuperadas o autogestionadas. “La comisión de proveedores se mueve mucho –explica Mini–, tenemos desde un compañero que va a Quilmes a buscar los fideos de Pasta Sur, hasta gente de la Federación de Organizaciones Productoras de Alimentos (Fopal) que nos brinda el tomate o el arroz. Trabajamos sobre todo con las empresas del barrio, con la histórica Arrufat (chocolates), Torgelón (fiambres) y Grisinópolis (panificados).” Además, “nos conectamos con productores regionales de quesos y vinos que nos ofrecían calidad y buenos precios. Sumamos un emprendimiento de cerveza artesanal y un ingenio yerbatero”, destaca Pérez. Rofman agrega: “Hemos descubierto que existe una cantidad enorme de grupos de productores cooperativizados para producir muy variada cantidad de productos, que a medida que se van enterando de nuestra voluntad de vincularnos con ellos se acercan”.
La inquietud de La Yumba de hacer coincidir artículos de primera necesidad con buenos precios la llevó a sumarse al programa de Precios Cuidados y vincularse con productores primarios para abaratar costos. Chaia aseguró que “tenemos como parámetro esos precios y algunos productos conseguimos incluso abaratarlos”. Rofman, por otro lado, destacó que “en principio los productos eran los que encontramos, después buscamos productos básicos de consumo masivo popular”.
Uno de los miembros más jóvenes de La Yumba, Julián Goldín, señaló que “muchos de nosotros pertenecemos a distintas organizaciones o grupos políticos de la comuna. Y les ofrecemos nuestros brazos de organización, y los de la propia asamblea, a estos productores para llegar a los distintos barrios. Es así que vamos más allá de un mercado popular”.
Respecto de la elaboración de productos propios, los cooperativistas dijeron estar lejos, aunque aspiran “algún día ser como El Hogar Obrero”, que logró tener fabricas propias en su momento de mayor auge.
Cooperativa infinita
“Estaba claro, el objetivo era sacar esta intermediación que se lleva una gran ganancia y lograr el vínculo directo del productor al consumidor, pero después se dio una gran discusión de con quiénes trabajamos”, afirmó Pérez, y agregó que “a la asamblea se acerca gente de clase media por lo general, pero queríamos que también se ampliara a las personas de los asentamientos de la zona. Queríamos llegar también a los sectores más vulnerables. Por eso decidimos que la acción de la cooperativa valiese 20 pesos y que una persona brindando esa plata y por única vez pudiera formar parte. No queríamos que quedara nadie afuera”. Leandro Rachid dijo que “hay una población bastante diversa. Así como en la asamblea pertenecemos a distintas organizaciones y somos distintos en edades también son muy distintos los socios de la cooperativa”. Hilda Schalom, la tesorera, acotó que “lo pensamos tanto de esta manera que abrimos al público la convocatoria porque la cooperativa es infinita, no tiene techo”.
Mini Pérez aseguró que las circunstancias actuales difieren bastante del contexto en que se fundó la asamblea: “En el 2001 tuvimos que salir corriendo a hacer compras comunitarias al mercado central, esta experiencia es superadora. Nuestra asamblea fue cambiando, nuestra consigna pasó del que se vayan todos a un proyecto para todos. Y hoy tenemos mucho construido”. Al respecto, Pra señaló que “es un desafío demostrar que democracia y eficiencia son posibles. Es el principal hostigamiento que hace el mercado capitalista, nos hacen creer que ambos principios son antagónicos. La economía solidaria se basa en estructuras de costos que son distintas a la de lucro. Nuestra idea de cooperativa es hacer un proyecto sustentable para que llegue a todos y que el día de mañana podamos capacitar a la gente que quiera hacer algo similar”.
Informe: Laura Guarinoni