José Luis Mangieri, director de La Rosa Blindada, recuerda a Raúl González Tuñón (29.3.1905 – 14.3.1974)
Publicada 14.3.2011
ER: ¿Qué significado le darías hoy a palabras como responsabilidad del escritor o compromiso militante?
JLM: Mi amigo Andrés Rivera dice una y otra vez que el escritor no tiene ninguna gravitación en la sociedad, que nadie lo escucha. Yo no lo creo. Sí creo que el mercado, las grandes empresas editoriales, por razones comerciales no pueden dejar de editar a Gelman, a Rivera o a Piglia. Cuando digo empresas no lo digo en tono despectivo, pero no son editoriales, son empresas editoriales que obedecen puntualmente a las leyes del mercado.
En cuanto al escritor es la responsabilidad individual de cada uno. Rivera la tiene, a pesar de lo que diga, él habla, habla y habla, llevando adelante los problemas fundamentales, mientras otros se encierran en la actividad eminentemente cultural, son jurados, escriben sus novelas, escriben en suplementos literarios. Yo lo pongo siempre a Andrés Rivera de ejemplo, porque a pesar de lo que dice, yo creo que el escritor tiene una gravitación y es personal. No dejarte embriagar por los derechos de autor.
ER: En algún momento el libro de poesía era de una circulación casi masiva, empiezan a florecer peñas, se recitaba, se cantaba. Hoy ¿cómo está el mercado que produce y consume poesía?
JLM: Yo siempre digo que la poesía es el género literario de la resistencia. En los ’60 significaba grandes poetas como Lamborghini, Gelman, Paco Urondo, hoy no hay tantos. También pensábamos que con la poesía íbamos a cambiar la historia como la generación española del 27 que estuvo con la República. En la actualidad la poesía tiene enorme difusión a través de editoriales pequeñas, sin gran poder económico, que prácticamente no son comentadas en los suplementos porque no tienen posibilidades económicas de poner avisos, pero este es uno de los países donde se edita más poesía. Hay editoriales en Córdoba, Neuquén, Rosario, Mendoza, ni te hablo en Buenos Aires. No es cierto que sólo los poetas leen a los poetas. Hay una enorme cantidad de recitales, de presentaciones de libros, es un momento de auge de la poesía muy importante. La poesía llega, no en forma masiva, naturalmente, pero llega.
ER: ¿Qué significó Raúl González Tuñón para La Rosa Blindada?
JLM: Hablo a nivel personal, como uno tiene que hablar siempre. Raúl fue un hombre, una figura irrepetible en la literatura argentina donde tiene los 2 picos más altos, y no sé si de la literatura castellana, en la poesía lírica con “La calle del agujero en la media” y en la poesía épica con “La Rosa Blindada”, que hizo en homenaje al levantamiento de los mineros de Asturias en 1935. Raúl estuvo en la Guerra Civil española, fue periodista toda su vida, un pobrelo, como yo dije alguna vez, murió pobre, vivió y murió siempre en una casa alquilada, no así Neruda. Fue muy parecido en ese sentido a César Vallejos a quien admiraba y de quien dijo una vez, muy generosamente: ‘Fue el mejor de nuestra generación’. También tenía su tiempo para nosotros. A la redacción de Clarín íbamos con Julio Huasi, con Rivera, con Gelman, lo invitábamos un café, horas. Tenía un tiempo que hoy no tiene nadie para los pibes. Nos volcaba toda su rica historia de la participación del intelectual en la lucha revolucionaria y en la importancia de la calidad de lo que uno escribía. Había que tener mucho cuidado, decía: ‘Todo poeta es un hombre, pero no todo hombre es un poeta’. Toda su vida fue un laburante. Siempre trabajó en Clarín. Recuerdo que cuando se jubiló, Caminos, que era el secretario general de aquel tiempo, le dio la llave del cuarto donde escribía y le dijo: ‘De hoy en más este cuarto es tuyo para que hagas lo que quieras’. ¡Qué gesto!
ER: Contaban que cuando Tuñón iba preso, Roberto Noble, el dueño de Clarín, le mandaba el sueldo a su esposa, a Nélida. Noble había puesto a Tuñón en la parte más inofensiva del diario que era crítica literaria y aunque la policía varias veces le reclamó que lo echara, nunca cedió a las presiones.
JLM: Tuñón fue un hombre consecuente con sus ideas y con su forma de vida. Un pobrelo como te decía, siempre con su trajecito gris y generoso. Te daba libros únicos de su biblioteca, inhallables, te los regalaba. Nos hacía conocer poetas que no conocíamos, sobre todo, franceses, porque sabía muchísimo de literatura francesa. No quiero ser injusto con nadie, con ninguno de mis contemporáneos, pero creo que fue un fenómeno irrepetible. Hizo de la pobreza una virtud. Realmente era un tipo consecuente y muy generoso y prologó el primer libro de Juan Gelman, “Violín y otras cuestiones”, donde anunciaba el nacimiento de un gran poeta.